9:31 p. m. -
+18,amor,asesinato,Historia Original,lazos rojos,long fic,muerte,vampiros,yaoi
No comments
+18,amor,asesinato,Historia Original,lazos rojos,long fic,muerte,vampiros,yaoi
No comments
Lazos rojos // Capítulo 9
Capítulo 9
Verdades de fuego
Sé un héroe
Mata tu ego
No importa que todo es una sarta de mentiras
Construir una nueva base
Robar una nueva cara
No importa que todo es solamente para ahorrar
Nunca vamos a desaparecer
Nunca vamos a desaparecer
Mata tu ego
No importa que todo es una sarta de mentiras
Construir una nueva base
Robar una nueva cara
No importa que todo es solamente para ahorrar
Nunca vamos a desaparecer
Nunca vamos a desaparecer
Year Zero
// 30 Seconds to Mars
Siempre le gustó el silencio, era muy agradable esa
tranquilidad que trasmitía la carencia de sonidos, por ese motivo había
seleccionado esa enorme casa en una de las zonas menos ruidosas de York, además
de que dentro de la casa los sonidos parecían perderse. Sí, esa casa era
perfecta. Sin embargo, el señor Rosenwald se vio forzado a usar esa hermosa
casona como una posada luego de una mala inversión, pero a pesar de eso la
tranquilidad era frecuente.
Pero como todo lo bueno termina por acabarse, esa
noche vio interrumpido su sueño por unos insistentes golpes en la puerta de la
entrada, quiso ignorarlos pero aquello pareció imposible cuando escuchó cómo un
jovencillo gritaba desde afuera.
—¡¿Es que nadie piensa abrir?!—gritó el joven. Se
escuchaba algo exasperado.
Sin esperanzas de poder dormir con el alboroto que
ese molesto chico estaba causando en su propiedad, el señor Rosenwald se
levantó con visible disgusto y tras tomar su bata se encaminó a la puerta, no
sin antes tomar la escopeta que poseía, ‹‹por si las dudas›› se dijo a sí
mismo. Y es que a pesar de que se suponía los sonidos lograban desvanecerse
apenas cruzaban el umbral de la casa, parecía que esa vez se hacía una enorme
excepción.
Con los nervios crispados ante el constante
golpeteo que se llevaba la puerta de madera y cuyo eco resonaba en cada rincón
por el que el señor Rosenwald cruzara, se acercó a la puerta y tras sacar sus
llaves para abrir la puerta y, quizás, darle un buen sermón al mocoso que se
atrevía a levantarlo a altas horas de la noche.
—¿Por qué vienes a estas horas de la noche a tocar
mi puerta muchacho despreocupado y escandaloso?—dijo el hombre sin detenerse a
ver a los que estaban frente a él.
Un muchacho alto y de cabello castaño sostenía la
mano de otro chico, mucho más joven, pero de cabellos más claros y ojos azules,
puesto que los del otro eran negros. A un lado de estos un muchacho de
musculatura intimidante sostenía con ambos brazos a un chico más menudo y rubio
quien pataleaba por liberarse de esos dos brazos de hierro que lo sostenían.
—¡Suéltame Bernard!—gritó el rubio forcejeando.
—¿Quiénes son?—preguntó el viejo sin dejar de lado
esa ceja levantada que había aparecido tras examinar a los presentes.
—Discúlpenos—dijo Bernard lo más cordial que pudo
sin soltar al rubio.
—¿Usted atiende la posada?—dijo el más pequeño.
—Así es jovencito…
—Queríamos una habitación—musitó el rubio libre de
los brazos de Bernard.
—Markus es de mala educación interrumpir a la gente
cuando habla…
—¿Me lo dices tú?—dijo el aludido levantando la
ceja con incredulidad.
—Ya basta—expresó Jared con tranquilidad pero con
algo de pesadez en sus palabras.
—Venimos de Londres y necesitamos unos
cuartos—comenzó a hablar Bernard—, su posada nos pareció bastante agradable y
quisimos ver si sería posible que nos atendiera a estas horas.
—Son las doce de la noche—dijo el hombre.
—Y lamentamos despertarlo tan tarde—comenzó a
hablar Skandar—, lo que pasa es que mi hermano—señaló a Jared—, mis primos y yo
tenemos una enfermedad de la piel que no nos permite la exposición al sol, nos
salen unas erupciones muy dolorosas y nos da fiebre—comentó el chico recordando
su propia enfermedad—. Es algo muy peligroso porque podemos morir si nos
exponemos mucho, así que siempre viajamos de noche.
—¿Y llegaron en el tren de las 11?—preguntó el
dueño de la posada.
—A las 11:18 porque el tren salió
retrasado—corrigió Jared.
—Parece que tengo dos cuartos disponibles, pero les
advierto algo—dijo mirando a Markus—, la regla principal es el silencio
¿entendido?