Chronicles under wings

Capítulo único

—Escucha Cris, necesito que lleves a cenar a Irina o algo por el estilo—dijo Jorge Méndez, el gran agente de futbolistas considerado uno de los más influyentes del mundo, a uno de sus representados más importantes, Cristiano Ronaldo.

Cristiano Ronaldo, portugués de nacimiento, era un jugador del Real Madrid, uno de los equipos con más historia de España, apasionando, entregado y con una potencia física inigualable lo hacían uno de los mejores futbolistas del mundo. Irina Shark era una hermosa modelo rusa y novia de Cristiano.

El futbolista estaba sentado en uno de los sillones de la sala de su casa leyendo una revista, su agente se mantenía de pie cercano a la chimenea con un vaso de whisky en la mano mirando fijamente a su representado.

—Cristiano.—El aludido hizo caso omiso al llamado—Te estoy hablando Cris.—Entonces, el futbolista giró su rostro mirándole con una ceja enarcada esperando que su agente se dignara a hablar claramente.

—¿Y?

—Irina llega en la tarde, llévala a cenar, que los paparazzi te vean.

—Mañana no puedo—dijo el futbolista con desdén.

—¿No puedes?—cuestionó Jorge Méndez algo molesto.

—Quedé con Ricky.

Ricky, de nuevo Ricardo. Jorge Méndez resopló molesto, tomó de golpe su whisky y dejó el vaso sobre la mesita de centro antes de sentarse. Estaba muy molesto.

—Escucha Cristiano.—No era más Cris—He sido muy paciente con toda esta situación.—El futbolista no despegaba la vista de la revista—Pero tienes que entender que debes darle prioridad a Irina, se supone que es tu novia y que estás muy enamorado de ella…

—Pues no es así—interrumpió Cristiano Ronaldo.

—Eso no importa—dijo el agente entre dientes—. Mira Cris, allá afuera hay muchas personas que dicen que eres gay, no con esas palabras sino con unas peores.—El futbolista rodó los ojos—Y eso no importaría, pero si llegaran a saber que en realidad si te atraen los hombres…¿Cris, recuerdas como trataron a Ibra y a Piqué?

—Sí, lo recuerdo, pero no tiene nada que ver…

—¡Tiene todo que ver!—exclamó el mayor ya exasperado

—Ricky y yo somos cuidadosos.

—Por eso todo lo del “criská” y esa mierda.

—Nadie lo toma en serio…

—No es algo que podamos arriesgar y lo sabes. Cristiano, de verdad yo quisiera que pudieras dejar todo este circo y vivir tu vida, pero sabes que no es posible. Además, tenemos que seguir trabajando con tu imagen ¿acaso no quieres ganar el balón de oro?—Había dado en el clavo, Méndez había aprendido donde presionar a Cristiano.

—Claro que quiero.

—Entonces necesito a la familia feliz ¿de acuerdo? Una hermosa novia que ama a tu adorable hijo y tú humilde y caritativo. Esas son las cosas que le gustan a la gente.

Cristiano dejó la revista a un lado y se puso de pie rápidamente, estaba molesto, había tensado su mandíbula y apretado los puños.

—Las cosas no son así—dijo el futbolista mirando fijamente a su agente.

—Lo sé, pero es lo que se tiene que hacer.

Un suspiro cansado.

—La llevaré mañana ¿de acuerdo?—La mirada del futbolista estaba en el suelo, cansada—Hoy quedé con Ricky.

—¿Quieres que lo organice?

—Sí, está bien…subiré una foto a Instagram y Twitter ¿con eso basta?

—Sí, está bien.

En realidad era más de lo que el agente se esperaba.

El futbolista dejó la sala dirigiéndose a su habitación, el agente portugués dejó la casa de Cristiano con  algo de resignación, no pudo conseguir más pero sí mucho más de lo que se esperaba; desde un tiempo atrás Cristiano Ronaldo era menos necio y atendía mejor su razonamiento, quizás era culpa de Ricardo.

Fingir no era la cosa favorita del mundo de Cristiano, en realidad era todo lo contrario, el futbolista portugués era una persona que decía lo que pensaba, algo negativo si se detenía a pensarlo porque precisamente a veces no medía las consecuencias de sus palabras, pero luego estaba la parte en la que detestaba la falsedad y volvía a ser tan sincero como antes. Las personas a su alrededor siempre mentían, era tan difícil saber si sus palabras eran sinceras o no, pero luego el mentía también. Cristiano e Irina en realidad no se amaban, los unía un contrato que había que cumplir.

Odiaba tener que vivir mintiendo, pero amaba su vida, era su sueño después de todo.

Era su día libre, sin entrenamientos, cuando podía darse el lujo de pasar toda la tarde en compañía de Ricky…su Ricky. Tenían casi medio año de relación formal, no había sido fácil pero ahí estaban. Ricardo Izecson dos Santos Leite, mejor conocido como Kaká y como Ricky para Cristiano y sus allegados, futbolista brasileño que también militaba en el Real Madrid estaba casado con Caroline Celico, algo que en primera instancia hubiera complicado las cosas, pero no fue así. Caroline era la mejor amiga de Kaká desde que ambos eran jóvenes y sabía que era bisexual, aunque más bien homosexual pero era algo que Ricardo jamás admitiría, aunque intentaron mantener una relación real jamás lo lograron, luego Kaká llegó al AC Milan y le pidió que se casaran, tenía que mantener la imagen de buen cristiano y formar una familia. El dinero y la fama convencieron a Caroline, además estaba ayudando a un amigo. Intentar convencer al mundo de su relación perfecta no era difícil.

Cuando Kaká se relacionó por primera vez con un chico italiano Caroline intentó convencerle de que los sentimientos que le profesaba al jovencito estaban bien, pero Ricardo no lo tomó así, para él seguía siendo un gran pecado. Él tenía una hermosa familia, adoraba a su hijo y a su esposa, aunque bien a ella no la amaba aun así se sentía con la responsabilidad de serle fiel.

—Ricky, cariño, está bien.—Solía decirle Caroline.

—No, no lo está.

Y no pudo convencerle de lo contrario. Luego se enamoró de uno de sus compañeros de equipo y todo fue más complicado, era correspondido de alguna forma pero una relación homosexual era impensable para Ricardo y mucho más con un compañero, no, eso no sucedería. A veces, cuando celebraban un gol y lo tenía junto a él, con su aliento rozándole el cuello pensaba en cómo sería estar con él de una forma mucho más profunda, pero descartaba esos pensamientos automáticamente.

Y Caroline estuvo ahí cuando la partida de su amado le rompió el corazón a Kaká. Poco después él también dejó Milán.

Madrid era un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. Pero a veces la vida es una hija de puta, y lo fue con Kaká. Al principio todo iba bien, es decir, jugaba en el mismo equipo que otro astro del fútbol como lo era Cristiano pero iban embonando bien. Demasiado bien. Recordó la primera vez que lo vio, con su sonrisa coqueta y su mirada profunda pero cálida, hubo un segundo en el que le pareció que el tiempo se detenía, no importaba nada, ni Leonel Messi a su lado, nada. Hubo una chispa, una que se negó a creer que existía, pero ahí estuvo. Luego, en el partido contra el Manchester United, que era el equipo de Cristiano Ronaldo por esa época, con su playera blanca del Milán ondeando y llena de sudor no pudo evitar acercarse a Cristiano. De verdad no pudo y vaya que lo intentó.

El primer gol elaborado por ambos fue una locura.

A partir de entonces jugaron a ser amigos, un juego que no pudo durar mucho, pues la atracción entre ambos era gigantesca y la amistad sólo había fomentado un sentimiento mucho más profundo. A veces, cuando estaban en el vestidor, ambos semidesnudos, la tensión era tal que sus compañeros podían notarlo, pero nadie decía nada. Nadie salvo Marcelo y Pepe, que no tardaron en molestar a Cristiano al respecto, a Ricardo no podían decirle nada porque siempre se las arreglaba para escabullirse de la incómoda plática.

—Hermano, a veces pienso que lo empotraras contra la pared y lo follarás sin control—dijo Marcelo con una mirada un tanto perturbadora.

—Oh Dios, calla—dijo el portugués teatralmente.

—La forma en la que Ricardo te mira…

—Nada, no me mira de ninguna forma—cortó el futbolista—. Tiene esposa y dos hijos.

—Pero Cris él…

—Nada Pepe, nada.

Para Cristiano, sus amigos sólo veían cosas que no eran, es decir, estaban hablando de Kaká, el siempre puro e inocente Kaká. Él era completamente heterosexual.

A veces Cristiano se mentía más de lo que los demás le mentían.

Por su parte, Ricardo bien podía librarse de sus amigos con quienes compartía lengua, pero no podía librarse de Caroline jamás, lo sabía. La mirada de su esposa siempre taladrándole la espalda, acusándolo en silencio. Detestaba eso.

—Deja de ser tan necio, Ricky—dijo Celico un día cuando ya estaban acostados. El futbolista la ignoró—Lo amas.

La afirmación fue como un puñetazo para Ricardo, aunque le dolía más bien donde su esternón terminaba.

—He visto cómo te mira.—Ricky quería callarla—Él también te ama.

Entonces Caroline obligó a su esposo a voltear a verla. Quería mucho a Kaká, era como un hermano para ella y siempre le había parecido guapo, pero había comprendido que él jamás la querría de esa forma, así que decidió cuidar de Ricardo. Le dio unos hijos a quienes amar y se encargaba de restregarle al mundo una felicidad que si poseían, pero que no nacía más que del amor compartido hacía sus dos pequeños ángeles.

—No puedo…

—¿Sabes, cariño? Siempre he creído que lo que Dios quiere para nosotros es que seamos felices.—Ricardo desvió la mirada—Te permitió seguir viviendo para que cumplieras tu sueño de ser futbolistas, y fuiste el mejor.—Caroline se incorporó sobre uno de sus antebrazos—Dios puso a Cris en tu vida, Ricky. Él te ama y tú lo amas, yo sé que se aman tanto que ninguno de los dos puede ver por completo cuando lo hacen.

—Me lesioné…puede ser un castigo por esto ¿no crees?

—¿Y si es una prueba?—Caroline comenzaba a exasperarse, las primeras lagrimas se anunciaban—¡Dios bendito, Ricardo! Tienes que luchar por recuperarte y volver a jugar como antes, tienes que disfrutar lo que haces y tienes que estar rodeado de las personas que amas, así es como Dios se manifiesta con nosotros. Es amor, cariño.

Ricardo comenzó a llorar.

—Tengo miedo…

—Cariño…

—Tengo miedo de lastimarlo…de que me lastime, de que todo sea un error. Todo esto parece una pesadilla.

—Escúchame, tienes que intentarlo. Todo va a estar bien, tienes que tener fe.

Al día siguiente, todo el entrenamiento evitó a Cristiano, aunque su mirada estaba fija en los movimientos del portugués, quien al terminar la práctica lo encaró.

—¿Pasa algo?—Ricardo no le contestó, ni siquiera lo miró.

Cristiano se iba a volver loco.

—¿Podemos hablar en tu casa?

El portugués asintió.

Pero no hablaron, se quedaron en silencio incapaces de verse a los ojos y cuando finalmente lo hicieron no necesitaron más palabras.

Tiempo después formalizaron su relación, dentro de lo que cabía.

Cristiano no era un chef estupendo, pero sabía defenderse en la cocina.  De igual forma la comida sólo era un pretexto para estar juntos. Lo que ambos disfrutaba era el tiempo juntos, hablar descuidadamente de cosas sin importancia y luego tumbarse en el sillón a ver una película disfrutando de contacto con el otro. Los besos y las caricias posteriores también era algo alucinante.

—Llevaré a comer a Irina hoy—dijo Cristiano cuando salió de la ducha la mañana siguiente.

—Por supuesto, es tu novia —pronunció Kaká como si fuera algo obvio.

—No quiero hacerlo…—dijo colocándose su bóxer.

—Yo lo sé Cris, pero ¿qué más nos queda?

—Quedarme aquí contigo para siempre es imposible ¿verdad?—susurró el portugués gateando por la cama hasta quedar sobre el brasileño.

—Me encantaría que no lo fuera, amor.

—Yo también.

Quizás no les gustaba fingir, pero si querían estar juntos era lo único que podía hacer.

Ricardo revisó su celular, Caroline había subido una fotografía familiar. Bien, al menos ella se encargaba de que fueran la familia perfecta.