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La amargura de la derrota
Título: La amargura
de la derrota
Rated: T (13+)
Pairing: Javier “Chicharito”
Hernández y Héctor Moreno; Raúl Jiménez y Miguel Layún (implícito).
Word Count: 1692
Resumen: México no ha
superado el cuarto partido nuevamente, el Chicharito
llora la derrota, Héctor Moreno ha perdido aún más por su lesión. La amargura
de la derrota puede disminuir un poco cuando están juntos.
Disclaimer: Javier “Chicharito” Hernández y Héctor Moreno, así como Raúl Jiménez y Miguel Layún, son personas
públicas y los derechos de su imagen no me pertenecen, lo aquí escrito no busca
dañar su imagen o lucrar de alguna forma, sólo sano entretenimiento.
Advertencias: ¿slash? forever
Notas de autora: Después de la
eliminación de México del Mundial de Brasil 2014 me surgió la idea de escribir
algo sobre alguna “parejita” de la selección mexicana, antes había leído un
fanfic de Moreno y el Chicharito, así
que me pareció una buena idea. Una linda chica me pidió que mensionara a Layún
y a Jiménez, así que intenté hacerlo. Espero sea de su agrado.
Capítulo único
¿Quinto partido? Parecía una cruel broma
del destino, era la maldición de no pasar a cuartos de final en un mundial que
no fuera celebrado en México. Sí, era la maldición personal del futbol
mexicano. Y después de haber jugado como nunca, se volvía a la derrota, como siempre¸ frente a una potencia que no había logrado pasarle
encima a una selección mexicana brillante como supone la historia debía
suceder. Cuando la pena máxima fue decretada y concretada bajo los pies de un
soldado naranja, entonces todo terminó, y con el silbatazo final los sueños de
veintitrés personas se vinieron abajo. No estaban solos, millones estaban
desolados.
Justo en ese momento, cuando la tragedia
había culminado, las lágrimas brotaron a borbotones de los ojos de Javier
Hernández. Habían perdido, se repetía en su cabeza una y otra vez, era quizás
su culpa porque no había provocado los suficientes espacios para concretar un
segundo gol, se repetía. Había alguien que le instaba a levantarse, se había
tirado a la hierba presa de la frustración, deseando que la tierra lo
consumiera y terminara con ese dolor que crecía en su pecho y que poco a poco
lo tomaba entre sus manos para darle la peor tortura de su vida, aunque esa era
más bien la de su mente.
Javier, Chicharito, no era el único que lloraba, había quienes intentaban
no hacerlo y otros más como Layún sacaban toda esa mierda que sentían en ese
momento mediante lágrimas. Si habían existido palabras de aliento, Miguel Layún
no las había escuchado, ni siquiera sabía cómo se mantenía en pie, tampoco
entendió como sus piernas se habían aprendido el camino hasta el vestidor donde
se dejó caer en el banquillo y siguió llorando. Una mano se cernió sobre su
hombro, cálida como siempre, sabía quién era. Levantó su mirada y se encontró
con quien esperaba. El muchacho sonreía, aunque su mirada revelaba el dolor que
le partía el alma, pero Layún sabía perfectamente que esa mueca de su amigo
buscaba aliviar un poco su sufrimiento más que cualquier otra cosa.
—¿Estás bien?—Era una pregunta de
rutina, era obvio que Miguel Layún estaba mal, había empapado el pasto de
Fortaleza minutos atrás. La mirada que le dedicó a Raúl Jiménez estaba llena de
reprimenda, de nuevo se ganó una sonrisa.
El muchacho se sentó al lado del lateral
de la Selección Mexicana, pasó su brazo por detrás de su cuello y pegó su
frente al hombro que le quedaba más cerca. Layún dejó que lo hiciera, desde
hacía tiempo que disfrutaba de la compañía de Jiménez y a decir verdad, era el
único en ese vestidor que lograría calmar un poco ese mar de frustración que
venía ahogándolo desde el momento en que se marcó el penal. No era penal, pensaban todos, pero nadie
quería sacar a luz lo sucedido en el primer tiempo.
En el otro extremo del vestidor Javier
seguía sin despegar la vista del suelo, no entendía por qué la vida se empeñaba
en alejarlo de la gloria con su selección, había sucedido en el mundial sub17
de Perú 2005 y en las Olimpiadas de Londres celebrada apenas dos antes, por un
motivo u otro no había asistido a esos dos momentos gloriosos del futbol
mexicano. Ese mismo año en el Manchester United había jugado apenas algo, no
contaba con la confianza del técnico y había sufrido una y mil decepciones con
la selección mexicana por sus múltiples errores. No era su año, pero debía ser
el de México, y aun así no había logrado el objetivo. La gloria se le escapaba
de los dedos.
Salcido se acercó y le acarició la
cabeza, lo había conocido en chivas por lo que había cierta familiaridad al
igual que con Fabian y con Gio, a quien conocía de las categorías inferiores de
la selección mexicana, ellos sí tenía un mundial y una medalla de oro, no es
que les envidiara, pero a ellos si le había sonreído la suerte. Ninguno de sus
amigos logró calmarle lo suficiente, ya no lloraba, sí, pero de igual forma
seguía sintiéndose jodido, aun después de ducharse.
Miguel Herrera les dijo lo orgulloso que
estaba de ellos, les recordó el buen juego que habían hecho e intentó
rescatarlos de la miseria emocional donde se hallaban, al terminar la charla
Javier Hernández notó que algo faltaba en ese vestidor y cuando supo que era se
encaminó a su entrenador.
—Miguel—llamó el delantero.
—¿Qué pasó Chicharo?—pregunto el hombre, se veía agobiado.
—¿Qué pasó con Héctor? ¿Cómo está?—Al
instante el jugador del Manchester United supo que aquella lesión que aquejaba
al joven zaguero no era un juego.
—Pues mira, tiene fractura de tibia—dijo
el Director Técnico—. Lo llevaron al hospital para sacar radiografía y esas
cosas.
Chicharito sabía que una fractura de
tibia no era nada fácil de curar, Moreno terminaría por perderse el resto del
año y su posible salida a un equipo más grande se podría ver truncada. Se
imaginó que debería estar pasando por la mente del defensa, Héctor no era un
tipo que se dejara derrotar fácilmente, además no caería en el juego del “¿por qué a mí?” como Javier lo había
hecho, eso pensaba. Pensó en llamarle pero recordó que probablemente su celular
se encontraba entre sus pertenencias, que era casi seguro se habían quedado en
el vestidor.
En el autobús el ambiente era cargado de
tristeza, nadie hablaba, Javier escuchaba música y no hacía caso de Oribe
Peralta, quién se sentaba a su lado, quiso agradecer los gestos de compañerismo
que su amigo le había brindado pero su sonrisa no era tan cálida como
acostumbraba. Optó por callar, dejar que la música lo llenara.
Tal como lo hacían en Santos, cada
jugador de la selección mexicana tenía una habitación, así podían llorar en
paz. Javier consideró quedarse en su cama, pero de inmediato rechazó esa idea,
quizás Héctor ya estaba en el hotel.
El defesa estaba en su habitación. El Chicharito tuvo la suerte de que una
persona del equipo médico estuviera saliendo de la habitación de su amigo en
ese momento, con un gesto le indicó al hombre que no cerrara la puerta y luego
se aventuró dentro de la habitación. El televisor estaba encendido, pasaban un
partido que no captó el interés de Javier Hernández, era de una televisora
brasileña, pero a Héctor no le importaba, al parecer el juego era bueno.
—Hey—susurró el Chicharito a medida que
se acercaba a la cama donde su amigo se encontraba tendido. Moreno le sonrió,
ya sabía que estaba ahí—¿Cómo estás?
—Bien, pero mañana estaré mucho
mejor.—La sonrisa en el rostro del delantero no se hizo esperar, se acomodó a
un lado del defensa y se dispuso a disfrutar del partido—Chicha—llamó Héctor a
su acompañante, quién le contestó con un murmullo—, perdimos, pero jugamos
mejor que nunca.
Javier no sabía por qué con Héctor era
más fácil quejarse, dejar que la amargura que intentaba no exteriorizar saliera
a flote con tanta facilidad. Dejar salir a la luz a sus demonios.
—Ustedes lo hicieron—dijo el delantero,
evitando a toda costa la mirada de Moreno.
—Lo hicimos todos—dijo Héctor Moreno con
firmeza, recalcando la última palabra.
—Yo no…
—Tú estás aquí, nos has apoyado a todos,
apoyaste a Gio y a Oribe aun cuando ellos ocupan tu posición, no exiges nada
¿ok? Y lo dejas todo en la cancha.
—Eso no sirvió hoy…
—Yo tuve la culpa de mi lesión, pero no
sirve es culparse de ello ni de la derrota.—Chicharito arrugó el entrecejo, miró
de soslayo la férula que cubría la pierna de su amigo, sintió una punzada en el
pecho al hacerlo—Siempre he admirado tu profesionalismo—dijo el defensa,
logrando la atención de su compañero de selección—, desde que te conocí me di
cuenta que eras el tipo de persona que no se rinde. No lo hagas ahora.
—Tú tampoco te rindes—declaró el jugador
del Manchester United.
La sonrisa de Moreno apareció, el
delantero ya había dejado de huirle la mirada y correspondió el gesto; Chicharito estaba sentado justo al lado
de Moreno, quién estaba recostado pero apoyaba su cabeza y su espalda en varias
almohadas, la espalda de Javier estaba pegada a la cabecera de la cama,
entonces se despegó de su lugar y se inclinó sobre el rostro del defensa
mexicano. Y besarse siempre era una delicia, delinear con su lengua los labios
de Héctor Moreno y saborear cada rincón de su boca, primero lento y luego un
poco más rápido sin llegar a ser frenético. Héctor estaba lesionado. Cuando el
defensa intentó girarse un poco para tener más acceso a Javier, sintió una
punzada que venía desde su pierna lesionada, el gesto que hizo fue alejarse un
poco y el Chicharito entendió que
debían ser cuidadosos.
—Tranquilo—susurró el delantero contra
la oreja de Moreno—. En mi habitación tengo una película, ¿te parece? Podemos
cenar aquí, no creo que se lo nieguen al bebé convaleciente.
—Me gusta ese plan. Hoy va a ser nuestra
última noche juntos.—La voz del defensa parecía apagada.
—¿Me vas a extrañar?—Moreno meneo la
cabeza sonriendo, Javier podía ser un tonto si se lo proponía.
—Ve por esa pinche película—masculló el
defensa mexicano.
La vida está llena obstáculos,
experiencias que no tienen sentido y que nos derrumban. Ser eliminados del
Mundial de Fútbol cuando habías jugado bastante bien era una de esas. Pero
saldrían adelante, tendrían que hacerlo, eran jóvenes y aunque la vida no
pintara color de rosa sabían que podían seguir. Además tenían el apoyo de sus
familias, Javier lo sabía, su teléfono estaba lleno de mensajes de aliento y
Héctor había tenido a su familia junto a él en todo momento. También se tenían
el uno al otro, su relación era muy diferente a la que tenían con sus
respectivas parejas, pero era necesaria.
—Te quiero—dijo el Chicharito antes de darle un suave beso al defensa y salió de la
habitación rumbo a la suya.
Seguía sintiéndose una mierda, pero al
menos sabía que Héctor estaba bien.

1 comentarios:
Vaya, diré que es raro leer sobre el Chicharito siendo así, nunca lo había imaginado. Hahaha. Es raro aunque agradable. Algo bien hecho y que da gusto leer. Me gustaría seguir leyendo mas sobre los seleccionados mexicanos y en general sobre todo el fútbol.
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