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Lazos rojos // Capítulo 13
Capítulo 13
La muerte del ocaso
Enemigo mío
Vete a la mierda como el diablo,
violentos en el interior
hermoso y el mal.
Soy un fantasma,
eres un ángel
uno que se guardó
sólo restos de una época
Stranger in a Strange Land // 30 Seconds To Mars
No siempre es fácil recibir algunas noticias, pues
algunas veces quedas tan perturbado que no logras identificar qué debes decir,
qué debes hacer, qué debes sentir y la única salida que te queda es huir para
pensar con claridad. Jared lo sabía y por eso bajó las escaleras sintiendo una
tristeza aguda, nunca antes había si quiera cruzado por su cabeza la idea de la
muerte de alguno de sus amigos y de pronto el vampiro que lo había convertido
para salvarle la vida se encontraba muerto. A su modo, Bernard siempre trató de
que él tuviera una existencia agradable y le enseñó todo cuanto le fue posible,
luego, cuando Skandar apareció en su vida, Bernard lo apoyó y de alguna forma
le hizo ver sus verdaderos sentimientos hacía ese humano.
—Cómo cambia todo en unas semanas—pensó el vampiro.
Su mente dejó de lado a Bernard, era demasiado
abrumador imaginar cómo serían las cosas sin su amigo, pues a final de cuentas
era él era lo más parecido a un “líder” y ya no estaba. Su vista no se
concentraba fija en nada, la estancia sumida en la oscuridad apenas le brindaba
alguna distracción que no sería tomada en cuenta, así que simplemente caminó
hasta el sótano bajando uno a uno los necesarios para encontrarse con Skandar.
¡Se moría porque su niño lo abrazara! También quería olvidarse de todo lo demás
y sólo lo lograría estrechando aquel delgado cuerpo entre sus brazos.
Y ahí, tendido como noches anteriores sobre la cama
de madera, estaba Skandar. El vampiro lo miró por algunos segundos,
escudriñando cada centímetro de la anatomía del chico. En algún momento Skandar
comenzó a moverse como si fuera un gusano que es sacado de la tierra o mejor
dicho, como un gusano que escarba un agujero ¿habrá alguna diferencia? Él chico
se movía demasiado y apretaba la mandíbula de vez en vez. ¿Qué día era?
¿Cuántos días habían pasado desde que Jared le había dado su sangre? El vampiro
no lo sabía, había perdido la noción del transcurrir del tiempo. Los fuertes
alaridos le asombraron, un poco más y Skandar despertaría.
Un grito desesperado se oyó aunado a un alarido
feroz de dolor.
Ardía. Era como si estuviera recostado en una cama
de brazas y otras más le sirvieran de cobija, era tanto ese dolor que parecía
quemarle todo el cuerpo y mucho más. Quemaba hasta el alma. Era imposible no
llorar, no gritar, no arquearse a causa del dolor. No podía abrir sus ojos y
tampoco era consciente de algo más que no fuera ese maldito dolor.
Otro grito abrazador y las lágrimas de un vampiro
caían limpias hasta el suelo.
¡Qué tonto había sido!
Jared no había estado en el momento justo para
darle su sangre a Skandar. Se temía lo peor, cuando un vampiro no recibe la
segunda dosis de sangre de su padre –quien lo convirtió– experimentaría
una sed demasiado fuerte al despertar además de una fuerte tortura como la que
suponía experimentaba el menor. Skandar estaba despertando.
Los ojos expectantes y llenos de preocupación de
Jared destacaban junto con su frente brillosa a causa del sudor, quería
acercarse a Skandar y ver si la segunda dosis funcionaría en él, pero era
inútil, el pequeño estaba por despertar. Un último grito alertó a las gemelas
vampiresas quienes dejaron de intentar entrar a la habitación de Bernard, pues
el olor de la sangre de Markus era muy intenso, para correr al sótano.
Cuando llegaron la visión de aquella escena les
heló la sangre, si es que pudiera hacerlo más. Skandar estaba sentado en el
suelo a un lado de la cama con el cuerpo cubierto de sangre, sus ojos parecían
perdidos entre el color carmesí del suelo y entre sus piernas y sus brazos
descansaba el cuerpo de Jared.
—L-lo mató—dijo Carol bastante sorprendida.
En ese instante la mirada de Skandar se posó en
ellas y regresó al cuerpo que tenía entre sus manos, el color azul de sus ojos
había desaparecido y en cambio sus orbes se mostraban tan rojos como la sangre
que cubrí el suelo y sin atisbos de sentimientos o emociones. El recién
despertado vampiro parecía ido, como si no perteneciera a la escena, pero en
realidad rememoraba lo que acaba de acontecer.
Momentos antes Skandar había despertado con un
dolor punzante en la garganta y una sed tan intensa como si hubiera estado
horas caminando en el desierto bajo el ardiente sol, y había olido algo que se
le antojaba delicioso, no podía ver muy bien porque sus ojos estaban
entreabiertos y su poca visión era borrosa, pero pudo identificar un cuello y
sus instintos lo llevaron a clavar sus colmillos en tan apetitosa anatomía en
busca de la carótida. Su fuerza sobre humana y la nula oposición que Jared
había prestado al ataque hicieron que las cosas fueran más fáciles. Sus uñas se
clavaban en la piel para afianzar más a la presa y que no pudiera escapar, pero
eso provocaba que mucha de la sangre del vampiro saliera de su cuerpo a través
de esas heridas. Si bien un vampiro retiene toda la sangre que toma y por ende
tiene demasiada, la demanda de la misma que mantenía a Skandar pegado a la
carótida y la vertida sobre el suelo del sótano terminaban por menguar las
fuerzas del vampiro, si continuaban así Jared moriría.
—Te amo—susurró Jared al vampiro con su último
aliento y Skandar lo soltó impactado por aquello.
Desde ese momento un escozor insoportable se había
instalado en su pecho, más bien cargándose a donde estaba el corazón y sobre la
boca del estómago, donde parecía imposible no sentir como algo le apretaba las
entrañas. Skandar no entendía el porqué de ese dolor, ni siquiera porque había
matado a ese chico tan hermoso y mucho menos que demonios hacía ahí ¿quién era?
¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Esa eran muchas de las interrogantes que
rondaban los pensamientos del menor.
El olor a sangre putrefacta tan cargada de muerte
era insoportable para cualquiera, más para Skandar quien de un momento a otro
salió de su pequeña ensoñación para darse cuenta de sus acciones.
—Lo maté—dijo cuándo las gemela se acercaron a él—.
¡Lo maté!—gritó y comenzó a llorar.
Era demasiado aterrador analizar aquello, es decir,
de pronto se despertaba y succionaba la sangre a alguien y por alguna razón,
dejando de lado el hecho de que se había tragado casi toda la sangre de aquél
chico, se sentía tan culpable. Era obvio que matar a alguien no era lo más
normal y causaba tantas emociones, a su modo de ver, inconsistentes. Pero era
más que eso. Esa punzada en el pecho ardía al mismo tiempo en que lo aturdía,
era como si su alma estuviera llorando por la muerte de ese muchacho y no
pudiera separarse de él.
—Cariño debes dejarlo—dijo Carol tomándolo de los
brazos y alejándolo del cuerpo de Jared.
Skandar apenas forcejeó un poco y luego se rindió,
no tenía energías para pelear. Un fuego proveniente de las venas y arterias
hizo arder el cuerpo de Jared haciéndolo cenizas y los espíritus, en forma de
bolas de humo luminosos, se desprendieron del cuerpo vagando libremente por el
mundo. Sin darse cuenta Skandar cayó dormido.
Desde antes de amanecer el cielo estaba nublado, un
par de nubarrones oscurecían el alfombrado blanco de nubes que cubrían el
cielo, cerca del medio día comenzó una llovizna que se traspasaría hasta la
tarde y se intensificaría en ella. Markus despertó cuando un trueno se hizo
presente en lo que se convertía a una tormenta, las gotas de agua se
proyectaban en la ventana de la habitación continuamente. Más o menos eran las
seis de la tarde.
Con mucha calma, pues aún se encontraba adormilado,
el vampiro intentó levantarse pero al hacerlo sus manos sintieron una punzada
ya que se había apoyado en ellas para incorporarse. Entonces fue cuando vio los
vendajes que las cubrían y recordó todo lo acontecido el día anterior.
Era el quinto día desde el enfrentamiento con los
caza vampiros, Markus estaba sentado al filo de la cama con las rodillas
flexionadas y pegadas al pecho, mismas que eran rodeadas por sus brazos, desde
ahí el vampiro acariciaba los dedos de los pies de Bernard. Llevaba mucho
tiempo así, sin mirar nada en concreto y acariciando las falanges del vampiro,
parecía como si no estuviera ahí. Entonces, paseo su lengua por sus labios y se
encaminó gateando hasta encontrarse con la cara del moreno quien mantenía los
ojos cerrados y no podía ver como las lágrimas se formaban en los ojos del
rubio.
—Te amo—susurró Markus contra la oreja de Bernard y
en seguida capturó los labios del vampiro ente los suyos.
Las lágrimas amargas corrían cual caudal en sus
mejillas hasta inmiscuirse en aquel contacto que sonaba a despedida. Markus lo
sabía, Bernard moriría. No quería dejarlo ir, no quería separarse de Bernard,
el rubio sólo quería ver una vez más los orbes negros de su amado y su sonrisa
despreocupada, quería sentir que todo estaría bien y sólo lo lograría cuando
fuera estrechado entre los brazos del moreno aunque pareciera que aquel gesto
no fuera voluntario.
—No te vayas—imploró el rubio como si aquel gesto pudiera
impedir la muerte de Bernard.
El rubio buscó los últimos atisbos de calor que
desprendió el cuerpo de su amado, luchaba por escuchar el débil palpitar de su
corazón como buscando esa añorada frase en cada latido. Te amo, te amo, parecía
susurrar levente el músculo cardiaco de Bernard, luego no hubo más, ni un solo
latido. Nada.
—T-también te amo—susurró Markus antes de llorar.
Casi al instante las vampiresas ingresaron en la
habitación, ambas sabían que Markus no querría despegarse de Bernard pero no
esperaron que su fiereza llegara al grado de agredirlas fuertemente. Lo
intentaron por las buenas, luego, cuando se dieron cuenta que Jared iba a con
ellos, desistieron y permitieron que el vampiro castaño se las arreglara.
Después de todo, la fragmentación de Bernard se llevó a cabo de buena forma.
Markus se había quedado sólo recogiendo las cenizas
de Bernard en una urna, cuando terminó le puso seguro a la puerta. Los
recuerdos lo atormentaban, era una interminable secuencia de muestras de cariño
por parte de Bernard que eran despreciadas por el rubio. Era un cobarde, no
dejaba de repetirse aquello, él tenía la culpa de todo, se decía una y otra
vez.
Y como todo cobarde encontró una forma de librarse
de aquel remordimiento, de enterrar ese dolor para siempre. Forzaría su propia
fragmentación, es decir, a su modo se suicidaría. Con sus propias uñas se
desgarró los brazos rompiendo tanto músculos como arterias y venas, sin que
pasara mucho tiempo él ya estaba tirado inconsciente en el suelo de la
habitación cubierto en sangre. Con lo que no contaba, o quizás sí, era que
Carol echaría abajo la puerta para salvarle la vida. Plan frustrado.
Desde que se había despertado, Markus sentía una
especie de opresión en su pecho que no supo atribuir a algo en específico, pero
luego comprendió a que se debía aquello, más que dolor físico era un dolor
emocional y se tumbó en la cama. Todo el cúmulo de emociones que abrazaban al
vampiro apenas y era entendidas por él, sentir la gran desdicha de perder a un
ser amado aunado a la culpa que producía todo aquello que no se hizo en vida, y
los recuerdos incesantes que no hacían más que traerle desventura y
remordimientos al por mayor. ¿Acaso podía dejar de sentirse la mierda más
grande del mundo? ¿Era posible que dejara de decirse que la vida ya no tenía
sentido? Aquello no era fácil, mirara por donde mirara no podía dejar de sentir
esas inmensas ganas de llorar, no podía dejar de sentir como el vacío de su
alma lo consumía poco a poco.
—Bernard no hubiera querido esto.—Se dijo antes de
limpiarse una lagrima traicionera que buscó el refugio en su mejilla.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió
dejando ver a una rubia cabellera alborotada de rizos sujetos débilmente en una
coleta bastante baja que le daban una apariencia desarreglada a la mujer que
los portaba, pero que decir de su sonrisa acogedora que hacía que Carol se
viera como toda una mujer adorable, amable y hogareña si se tomaba en cuenta la
bandeja que llevaba en las manos con unas vendas limpias y todo lo necesario
para atender las heridas de Markus.
—El bello durmiente ha despertado—canturreó la
vampiresa sin ver cómo el chico le fruncía el ceño y apretaba sus labios en un
gesto infantil—. Me ha tocado atenderte, ya sabes cómo es Charlie de quisquillosa
cuando se trata de atender a otros—dijo al sentarse en el borde de la cama—,
anda dame tu mano—dijo y el rubio le extendió la extremidad solicitada—.
Mientras estén inconscientes y no haya que lavar nada Charlie es la mejor
enfermera, pero cómo has despertado me ha mandado por delante ¿puedes
creerlo?—Parecía que en verdad le indignaba aquello— Es como aquella vez cuando
nos encontrábamos todavía en Escocia ¿cómo se llamaba el pueblo?—Soltó un
suspiro— No lo recuerdo, pero era un pueblito encantador.—Markus seguía la
conversación sin entender un poco pero no se atrevió a declarar ese detalle en
voz alta—Bueno, era un lugar muy bonito, la pradera era encantadora, y cuando
James tuvo ese percance con Arthur, que cabe decir que James era el culpable y
no el inocente como alegaba, ambos salieron lastimados y me tocó a mí hacerme
cargo de James porque estaba consciente y Charlie alegaba que ‹‹los despiertos son tan quejumbrosos que
terminaré por darle una tunda›› y así quedó todo, yo atendiendo a James –que
era sumamente quejumbroso y hasta llorica– y ella cuidando del que estaba
desmayado.—La vampiresa había terminado ya te vendar la mano izquierda e iba
por la derecha, mientras Markus la observaba con un dejo de perplejidad.
—Así que tú me cuidas porque Charlie no quiere
¿no?—inquirió el rubio. Cualquier cosa que lo distrajera era buena inclusive
prestarle atención a esa vampiresa tan ambivalente.
—Sí, además dice que no sabe tratar a una persona
deprimida.—Markus enarcó una ceja— Sí cariño, recuerda que casi te matas—dijo
la vampiresa y el chico le miró con algo de reprensión por mencionar ese
detalle—, no me mires así, yo no tengo la culpa de tu falta de valor.
—¿Falta de valor?—cuestionó el vampiro visiblemente
irritado.
—¿O cómo lo quieres ver?—Markus agudizó la mirada—
Bernard se murió y ya, pero estoy segurísima que él no deseaba tu muerte
¿sabes?—De nuevo aquel pensamiento rebotaba en su cabeza—Porque Bernard te
amaba demasiado y sé que tú también pero como eres un necio no te das cuenta, y
si te sientes culpable por lo que sea que te sientas culpable lo mínimo que
puedes hacer es perdonarte y vivir, pero vivir de verdad con todas sus
implicaciones.
—¿Tú crees que es tan fácil?—gritó el rubio al
tiempo que retiraba su mano de entre las de Carol con bastante brusquedad—Lo
intento ¿de acuerdo? Pero no es fácil…además, ¿tú que vas a saber?
—Nada es fácil cariño, nada—dijo dándole un énfasis
especial a la última palabra—. Pero si estamos vivos es por algo, además tienes
que cuidar de Skandar ahora que…
—¿Cuidar de Skandar?—interrumpió abruptamente el
vampiro— ¿Qué no es Jared el que lo cuidará?
La sombría expresión de la vampiresa hizo que un
mal presentimientos apoderara de la atención de Markus. ¿Qué había pasado con
Jared?
—Markus, mira mi niño—comenzó la vampiresa con un
tono muy dulce.
—Mi niño mis huevos—respondió molesto el rubio—.
Déjate de idioteces y dime que pasó.
—Que mal humor te cargas…
—Te dije que al grano.—Y aunque sus brazos
dolieran como el mismo infierno su voz se mostraba firme.
—Skandar mató a Jared.
Directa y seca había sido la declaración de Carol.
Bastaron esas cuatro palabras para descomponer al muchacho, quien se llevó una
mano a la boca para parar un grito que quería escapar de la aprisionada
garganta, y su pecho, ni hablar de él, se encontraba como oprimido por un gran
peso, tanto así que sentía como si los jugos gástricos subieran a través del
esófago hasta la garganta. Jared estaba muerto y lo había matado el chico al
que tanto amaba y quien le correspondía, vaya ironía.
—¿C-cómo pasó?—preguntó el rubio a duras penas, su
voz salió de su boca como un quejido y su mirada evitó ver la contraria. Todo
parecía dar vueltas.
—Supongo que tenía sed y no reconoció a
Jared—contestó la mujer.
Finalmente los temores de Jared se habían cumplido,
su amado lo había olvidado y terminó por confundirlo con una presa que le
quitara esa endemoniada sed.
—Pero ¿sabes? El niño se encuentra algo
deprimido—dijo la vampiresa—. Por eso Charlie lo cuida, todo el tiempo está
como ido, inclusive se desmayó cuando Jared se fraccionó…me pregunto si en el
fondo lo recuerda.
—Mierda…
Bernard había muerto y Jared también. Todo había
sido tan rápido, tan extraño, que no sabía ya que sentir y al mismo tiempo lo sentía
todo, la cabeza le dolía cada que un pensamiento buscaba su esparcimiento para
desarrollarse y proliferar en un agudo reflexionar que al final no hacía más
que marchitarse ante el freno que Markus se ponía. No quería pensar, pero sí
quería saber que había pasado, quizás si sabía hasta el último detalle podría
dejar de sentirse consternado.
Uno de los brazos del vampiro se encontraba sin
vendaje, con las marcas de sus propias uñas encarnadas en cicatrices que aún
causaban dolor pues no habían sido sanadas del todo, así que Carol tomó aquel
brazo en el instante en que Markus dejó de prestarle atención para divagar
apenas unos segundos.
—Tengo que vendarla—dijo la vampiresa cuando el
rubio quiso retirar su brazo al sentir el contacto con la mujer—. Skandar no
tuvo su segunda dosis de sangre, como has de saber eso significa que la sed
aumenta considerablemente y el despertar es muchísimo más doloroso de esa
forma.
—¿Crees que lo mató por eso?—cuestionó el rubio sin
poder creerlo del todo.
—Por mucho que lo amara en su vida pasada—comenzó a
hablar la vampiresa— los instintos no dejan de ser instintos y si Skandar no
tomaba sangre de inmediato se iba a fragmentar. Es supervivencia, querido.
—¿Crees que va a estar bien?—cuestionó el
rubio.
—No lo sé, supongo que ahora se encuentra bastante
confundido, pero tú estás mejor.—Markus enarcó una ceja— Creí que estarías
deprimido, violento, suicida…
—Bernard no hubiera estado contento con
eso—interrumpió Markus.
No era fácil evitar que las lágrimas salieran de
sus ojos para formar una nueva tormenta, tampoco lo era no dejarse llevar por
ese deseo de desaparecer, de castigarse, pero no debía hacerlo. Markus se
aferró a la idea de que debía soportar aquello en el tiempo en que había estado
inconsciente.
—Carol, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro—respondió la mujer con una sonrisa.
—¿En qué habitación está Skandar?
La sangre tenía un sabor extraño, en algunas
ocasiones le recordaba al chocolate caliente y en otras era tan asqueroso que
pensaba que comía gusanos o algo por el estilo, lo cierto era que cada vez que
le traían sangre era de una edad y sexo diferente, pero hasta el momento
ninguna lograba menguar su sed por completo. La tomaba a regañadientes, sólo
porque su sed era insoportable y se veía incapaz de reprimir los deseos de
beberla al oler tan singular aroma, pues cada vez que veía aquel líquido rojizo
le recordaba el terrible pecado que había cometido y tras haber ingerido hasta
la última gota su mano destrozaba el vaso de cristal al tiempo que las
imperiosas lagrimas llegaban puntuales a su cita. Luego de llorar un par de
horas se tumbaba en la cama casi inconsciente de que había amado a su primera
presa, así que apenas escuchaba cuando Charlotte ingresaba en la habitación a
dejar un nuevo vaso, el cual era apenas más repúgnate que el anterior.
Sus manos estaban manchadas de sus sangre, misma
que había salido al exterior gracias a su causa, y por mucho que Skandar las
lavara seguirían siendo sucias a sus ojos, pero aquello apenas era un poco de
lo mucho que lo atormentaba. No sólo era la sangre entre sus manos, era
mismísimo acto en sí. La persona que había asesinado le parecía tan conocida,
pero no recordaba nada, cada vez que intentaba recordar algo, por pequeño que
fuera, se encontraba con un vacío irrefutable, pero la sensación que provocaba
el único recuerdo del chico de cabellos castaños a quien había asesinado era
dolorosa. No sólo sentía que lo conocía, sino que además parecía tener
sentimientos fuertes hacía él y la culpa era tan grande que aparecía como un
escozor en su pecho.
Y ahí iba de nuevo a sumergirse en la bañera de
mármol mientras sus lágrimas se vertían dentro del agua cristalina que dejaba
ver completamente el cuerpo desnudo del chico. El agua estaba helada, tal como
le venía gustando desde días atrás, sumergió su cabeza por completo buscando
así borrar las huellas del pecado en su mente. Que ingenuo era.
—Si sigues bañándote compulsivamente habrá un día
en que lo hagas inconscientemente—dijo alguien cuando Skandar no soportó más
tiempo sumergido.
—¿Quién eres?—inquirió el menor.
—Vamos, salte—dijo el mayor tendiéndole una mano al
rubio.
Luego de salir de la ducha, Markus había dirigido
al chico hasta la cama y éste se recostó en ella acurrucándose pues era
consciente de su desnudez, ante eso el mayor le tendió un calzoncillo ajustado
y se sentó a su lado. Estando en esa posición, con su cuerpo encorvado y la
barbilla sobre sus rodillas, Skandar no era capaz de ver a Markus, pero sentía
la insistente mirada del rubio.
—Soy Markus—le dijo el rubio.
—Y-yo no recuerdo nada…
—Lo sé—dijo el rubio interrumpiendo al castaño, su
voz era tan tranquila que parecía ser otra persona y no la suya—, ¿tienes una
idea de qué o quién eres?
—No lo sé…pero supongo que hay algo mal en
mí—contestó el castaño.
—¿Ah sí? ¿Por qué lo piensas?
—Ma-maté a alguien… y tomo sangre…—contestó el
chico sin mirarle a los ojos.
—Tú nombre es Skandar—dijo Markus en seguida y a
continuación frunció sus labios, aquello en verdad era difícil—. Hubo una
pelea—musitó iniciando el relato—, tú saliste muy lastimado y la única forma de
que no murieras era convirtiéndote.
—¿En qué?—preguntó inmediatamente el chico.
—En un vampiro.—La garganta de Markus se sentía
como si la hubieran sujetada fuertemente.
—…¿Un vam…piro?
—Sí—afirmó el rubio—. Y el chico que mataste…bueno,
él fue quien te convirtió.
—Lo quería mucho ¿no es así?
—Demasiado, Skandar.
—¿Por eso duele tanto?—inquirió el menor.
En la mirada del pequeño se percibía una enorme
desdicha, casi tan grande como la confusión que gobernaba su pensamiento
y apenas comparable con la tristeza y el dolor que habitaban el corazón de
Markus. Sin comprenderlo muy bien, el vampiro más viejo se sentía cómodo con el
“mocoso”, es decir, de alguna forma si sus desgracias se colocaban hombro con
hombro parecían más amenas como si desaparecieran un poco.
—Cuando amas a alguien su muerte duele
demasiado—dijo el rubio.
—¿Murió alguien que amabas?—cuestionó Skandar—
Quizás tu amabas también a Jared y ahora que lo he matado tú sufres.
—Jared sólo era mi amigo—contestó el mayor—, yo
amaba…amo—dijo corrigiéndose en la última parte— a otra persona—musitó con una
amarga sonrisa.
—Ah—musitó Skandar bajando la mirada—. Me duele
aquí—dijo el castaño señalando su pecho, justo en el corazón—, es como una
punzada muy aguda, como un escozor que comienza a crecer y luego es como un
vacío.—A Markus se le secó la boca— Siento así desde que él me dijo que me amaba.
—Lo hacía—dijo Markus rápidamente— y tú lo amabas,
no fue tu culpa su muerte ¿entendido?
Existía una necesidad imperante porque Skandar se
sintiera bien, por preocuparse por él, claro, de esa forma podía olvidarse de
su propio dolor.
—¿Puedes contarme cosas sobre Jared?
—Mejor aún—dijo Markus intentando sonreír—, te
contaré sobre ambos.
Y así, sentados sobre la cama, mientras los relatos
eran contados, Skandar y Markus sin darse cuenta iniciaban un lazo, que quizás
no era tan fuerte como los que acababan de perder, pero que por lo menos hacían
su sufrimiento más ameno.
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