Chronicles under wings

Tenía los ojos cerrados aunque no estaba dormido, pese al movimiento mecedor del autobús y la oscuridad que le rodeaba, pero no quería abrir los ojos. Los demás chicos estaban dormidos ya, agostados, con el mundo cayéndoles encima. Y a él se caía de las manos.

Iba sólo, quizás Phill hubiera considerado sentarse con él, pero había aprendido tiempo atrás que esos momentos de frustración eran solitarios para el galés. Y Ryan se lo agradecía en silencio, porque si su compañero, su amigo, hubiera estrechado su mano o sus miradas se hubieran cruzado, tal vez se3 hubiera quebrado un poco y no debía hacerlo. Lo mejor era estar solo y descansar. Del pasado ya nada podía rescatarse, sólo quedaba el futuro frente a sus ojos. Un futuro que pintaba gris.

¡Con una mierda! ¿Cómo podía si quiera osar pensar así?

¿Cuántos años llevaba en esto? Muchos, y no eran suficientes, había llorado tanto, había gritado y vociferado aún más, y había sido tan feliz. Bastantes años como para llorar entonces, pero nunca su Manchester había estado tan mal. Cerró los puños con fuerza. No era justo…nada lo era.

Suspiró.

¿Qué podía hacer él para que los muchachos recuperaran la confianza? No lo sabía, las palabras no había hecho efecto hasta el momento. El hecho de que el jefe ya no estuviera hacía que todos se desmoralizaran. Y jugaban sin ganas.

¡Cuánto dolía ver al equipo de su vida así!

Dolía, mucho. Cada derrita, cada actuación desastrosa dolía, mucho más que una lesión, que una decepción amorosa, era un dolor punzante que le imposibilitaba respirar adecuadamente, era paralizante y a la vez lo estremecía de principio a fin. Era vivir una agonía. Nadie creía en ellos y él comenzaba a abandonar su fe.

¡Habían hecho el ridículo!

Atenas seguía con u vigor nocturno sin importarle el dolor de un puñado de hombres que jugaban a ser grandes, cuando las situaciones les sobrepasaban.

¿Dónde había quedado su coraje?

¿De verdad estaban acabados como todos decían?

Su celular vibró y Ryan Giggs se vio obligado a abrir los ojos. Era un mensaje de texto de Paul Scholes, sólo con eso su corazón dio un vuelco.

Nunca vamos a morir

GGMU

Se leía en la pantalla brillante que le calaba en los ojos. Ryan sonrió. Sí, extrañaba a Scholesy, y el equipo también resentía su ausencia, pero por él y todos los que habían llenado de gloria la historia del club, seguiría teniendo fe.

Lucharía.