22/2/12

Lazoz rojos // Capítulo 5

Capítulo 5
Evocación de cenizas 

¿Te imaginas el momento en que la verdad corrió libre
El nacimiento de una canción, una muerte de un sueño?
Más cerca del borde
Esta es una historia interminable, el odio destino a conducción de  4 ruedas
Todos están destituidos de la gloria, perdidos en nosotros mismos,

No, no estoy diciendo que lo siento
Un día, tal vez nos volveremos a ver
No, no estoy diciendo que lo siento
Un día, tal vez nos volveremos a ver
Closer to the edge// 30 seconds to mars



Comenzaba a hacer frio, el otoño estaba en su fase final y el invierno cada vez era más cercano, en esa noche la luna se encontraba en su máximo esplendor y lograba filtrar algunos rayos de luz plateada por la ventana ya que las cortinas no estaban bien cerradas. Jared no podía dormir, pues al parecer algo le inquietaba, se acomodaba u cabeza mirando al este y luego al oeste; rotaba su cuerpo dejando que estuviera apoyado de costado, luego boca abajo y una vez más volvía a estar boca arriba.
Unos sonidos lejanos, parecían de algún grito ahogado. El muchacho se levantó y salió de su cama, si había alguna forma de entretener su mente a falta de sueño esa sería leer, prendió una vela y tomó el libro que había dejado a medio leer por la tarde. A penas había logrado comenzar a leer cuando un ruido sordo le llamó la atención sobresaltándolo un poco.
Ruidos más extraños comenzaron a escucharse, hasta que se oyó como si hubieran destrozado la puerta. Jared se puso lo primero que pudo en medio de la penumbra que lo rodeaba pues no era tan intensa la luz que despedía la vela, se puso los zapatos rápidamente y tomó la vela. Un grito llamó su atención en medio de aquella confusión que lo embargaba, ese grito fue inmediatamente asociado a su madre.
Cuando Jared entró en la habitación principal de la casa ésta se encontraba en una completa penumbra, no había ningún sonido, gracias a la luz de la luna se lograba advertir una silueta en la cama como si fuera un bulto. Se acercó sigilosamente manteniendo en lo alto la vela para que iluminara, aunque fuera escasamente, un poco la habitación.
Los ojos abiertos con la firme intención de comenzar a llorar, la boca también abierta completamente buscando recuperar el aliento, una total mueca de horror. Sobre la cama el cuerpo inerte de su adorada madre bañando en su propia sangre al igual que las sábanas de la cama.
—¿Ma-madre?—Logró articular el chico.

19/2/12

La obsesión de Yaziel


A donde mirara había rojo. Desde que había despertado Yaziel no veía algo más que diversos  tonos de rojo sepultando lo que desde un comienzo era un cuarto oscuro. El joven había despertado minutos atrás con un gran dolor de cabeza y cuello posiblemente causados por la posición en la que se había quedado dormido al filo de la madrugada. Sin meditarlo mucho salió del cuarto directo a la cocina; necesitaba un café con urgencia para despertar por completo. Ese día tenía una sesión de fotos con la espectacular Victoria Lowell, o como él solía llamarla, con su Vicky. Así que tras observar las fotografías que había colocado sobre la mesa de forma en que pudiera apreciarlas perfectamente, había partido  pues no quedaba gota de su café.

Yaziel, nombre artístico que Martin Stewart utilizaba, era un joven fotógrafo de modas que apenas comenzaba a tomar importancia en ese rubro. Un muchacho encantador a los ojos de cualquiera, que si bien no era muy atractivo pues sus rasgos eran algo toscos y su cuerpo no estaba tan procurado como el de muchos otros, poseía una mirada que hacía dar por sentado que se trataba de un chico amable, además los hoyuelos que se formaban cuando sonreía lo dotaba de un aire simpático.

La puntualidad era uno de los rasgos específicos de Yaziel, para él era sumamente importante cumplir con los tiempos establecidos, no era raro verle llegar temprano como ese día. Hizo todo lo que debiera hacer justo antes de las doce del día, hora en la que se suponía iniciaría la sesión de fotos, pero hasta ese momento la protagonista de dicha sesión no había llegado. Justamente Yaziel dirigió su vista al reloj que descansaba en su mano para corroborar la hora cuando alguien llegó con un memorándum que enviaba la manager de Vicky. Se cancelaba la sesión.

Ante los ojos de todos los presentes, Yaziel hizo una pequeña rabieta, arrojó la hoja blanca tamaño carta al escritorio y se dedicó a recoger su material mientras farfullaba algunas cosas. Ellos lo comprendían, ese era un trabajo de mucha trascendencia para él y su estrella lo había cancelado; era justo que se sintiera molesto.

Regresó a departamento en su auto con un folder negro bajo el brazo. Faltaba poco para que se dieran cuenta.

Su casa estaba tan serena como cuando se había ido, no había nada que provocara ruido para alterar tal ambiente de tranquilidad, misma que venía acompañada de una inusual aura que calaba como si supieras que algo malo pasaría.

—Ya llegué mi amor—dijo el chico mientras se deshacía de la palestina verde que llevaba—, me tardé más de lo que pensaba. Deberías cambiar de asistente, me mandó el memorándum bastante tarde.

18/2/12

Lazoz rojos // Capítulo 4

Capítulo 4
Tentaciones negadas anunciadas

Estoy en medio de la nada
y es donde quiero estar
 Estoy en el fondo de todo
 y por fin empiezan a salir
Esta es la historia de mi vida
estas son las mentiras que he creado
que he creado
The story// 30 seconds to mars


Había acordado quedarse en la casa de Penélope y Jared hasta que el invierno pasara pues las bajas temperaturas podrían enfermar a Skandar, y aunque los dos hermanos vampiros se esperaban un berrinche por parte del vampiro rubio éste no hizo ninguna replica. Con el pasar de los días Markus había desarrollado una especie de amistad con el pequeño humano, se la pasaban mucho tiempo hablando y discutiendo sobre pintura, el adolescente sentía predilección por el impresionismo y el rubio se inclinaba más por el expresionismo y surrealismo, siendo este último el único gusto que ambos compartían. Aunque Markus era renuente a hablar de las dudas sobre el amor que el pequeño tenía éste siempre terminaba inmiscuyendo ese tema en sus conversaciones.
Con Jared, Skandar charlaba de cualquier cosa, desde momentos de su infancia hasta las cosas que había hecho en los cinco años que estuvieron separados y aunque se moría de ganas por preguntar el motivo de su ausencia el humano mantenía esa pregunta bajo llave dentro de sí mismo. Las caricias, las demostraciones de cariño y los momentos que pasaban juntos cada vez adquirían un mayor nivel, hasta que llegó el día en que el invierno terminó y era momento de marcharse. Skandar sentía cierta melancolía por apartarse de lo que había sido su hogar durante los últimos años, además estaba seguro que pasaría tiempo antes de que volviera a ver a Penélope y eso lo entristecía.
—La visitaremos cuando quieras—dijo Jared al oído del muchacho.
—Gracias—y en respuesta Skandar se colgó al cuello del vampiro en un abrazo.
—Te portas bien Skandar y cuídate mucho—le dijo Penélope antes de que partieran.
—Gracias por todo Penélope—dijo el muchacho brindándole un abrazo.
—Hasta pronto hermana—musitó Jared cuando el abrazo entre la chica y el humano cesó, entonces Jared posó sus labios sobre la frente de su hermana.
Los otros vampiros hicieron una pequeña reverencia inclinando la cabeza y en pocos segundos los cuatro habían desaparecido. Rápidamente ya se encontraban a varios cientos de kilómetros alejados de la casa en la que habían vivido los últimos meses. Para Bernard era más cómo vivir de esa forma, teniendo un lugar al cual regresar pero sabía que Markus se negaría de inmediato a llevar una vida tan sedentaria, existía el peligro de que los humanos descubrieran la existencia de los vampiros y entonces todo sería más complicado, quizás también por eso habían decidido que siempre estaría alguno de los tres vampiros para cuidar de Skandar mientras los otros dos salían a buscar alimento, tanto para ellos como para el adolescente.

17/2/12

Lazoz rojos // Capítulo 3

Capítulo 3
Cenizas esparcidas
Bajo el sol ardiente
Miro a mi alrededor
Imagino si todo esto se cae abajo
Estoy esperando que el día llegue
Oblivion-//30seconds to mars//


Aspiraba el aroma que los cabellos castaños emanaban como si se tratara de una hermosa flor, quizás si se detenía lo suficiente y pensaba detenidamente el chico que descansaba al lado suyo y cuya cabeza se había acurrucado sobre su torso podría ser una flor. Cuando lo había encontrado, cinco años atrás, Skandar era tan sólo el botón de una hermosa flor, con lo años y ante su ausencia el botón comenzó a florecer, los pétalos comenzaron hacerse espacio y Jared había llegado en el momento justo al florecimiento de dicho jovencito. La piel blanca de pétalos lechosos y aterciopelados tenía un tono más llamativo, entre tanta palidez sus mejillas parecían colorearse de forma natural, además sus ojos eran más azules y cristalinos. En definitiva Skandar había cambiado, el problema de Jared radicaba en si eso modificaría el cariño que le tenía o no.
Aspiró nuevamente esos cabellos tan cercanos a su rostro y reconoció el delicioso olor, era dulzón pero al mismo tiempo tenía algo que lo hacía querer más de eso, querer aspirar una y otra vez. Pero Jared no terminaba de preguntarse si había sido un error dejar a Skandar tanto tiempo, él chico que estaba entre sus brazos ya no era el mismo niño que quería, pero desde el momento en que el vampiro partió supo que eso podría pasar.
A pesar de que la noche se acercaba y de que los vampiros no pudieran dormir fuera del ciclo de cada uno, Jared cerró los ojos para descansar el cuerpo y la mente, dejó que su cabeza se pusiera en blanco y relajó su cuerpo. Entonces sincronizó la respiración de Skandar con la suya y espero que la noche regresara, que la penumbra cercara el lugar para vagar libremente.
Y llegó.
La noche cubrió el lugar con su ancho manto y dispuso a dormir a muchos seres, pero en aquella casa los habitantes no pretendían dormir. Skandar comenzó a removerse sobre Jared, provocando en el vampiro algunas preocupaciones pues cuando era niño acostumbraba tener algunas pesadillas. Pero aquel no era el caso, el muchacho estaba despertando. Mientras los ojos del joven humano comenzaban a abrirse en medio de aquella penumbra protagonizada por la noche, Jared observó detenidamente al muchacho entre sus brazos. Primero Skandar estiró su cuerpo alzando el pecho en el acto y luego se volvió a acurrucar sobre el pecho de Jared hasta que abrió los ojos de buena forma. Cuando Skandar fue consciente de que abrazaba a Jared se puso de rodillas sobre la cama a un lado del cuerpo del vampiro y lo miró de forma extraña, entonces Jared quiso incorporarse pero se encontró con que el muchacho había alcanzado su cuello y se aferraba a él en una especie de abrazo.
—No fue un sueño—susurró Skandar mientras unas lágrimas desfilaban sobre sus pómulos.
Entonces, por mero instinto o truco de su subconsciente, Jared abrazó al muchacho entre sus brazos tranquilizando al menor. En sus brazos todo estaría bien y no lo dejaría nunca más.
En otra habitación, casi al costado de la de Jared, Markus jugueteaba con un mechón de su cabello acostado sobre su cama, una silenciosa lágrima salía de uno de sus ojos mientras él intentaba inútilmente detenerla y a las otras también. Además, no podía darse el lujo de sollozar. Finalmente, optó por ocultar su rostro contra la almohada y cuando se pudo tranquilizar lo suficiente para abandonar la cama y darse una ducha.
El vampiro rubio llenó la tina del baño y se deshizo de su ropa hasta quedar completamente desnudo y entonces se sumergió en el agua tibia que colmaba la tina blanca. Cerró los ojos y su cuerpo se relajó a medida que el tiempo pasaba, su brazo derecho salió del agua y se quedó apoyado sobre el borde de la tina mientras el otro lo imitaba, así pasó tiempo hasta que Markus logró perderse en un mar de imágenes mentales.
Luego de dejar a Jared en Londres, Bernard y Markus habían dejado Inglaterra  y se dirigieron a Escocia para llegar a Edimburgo tiempo después, esa ciudad era especialmente añorada por el rubio, según Bernard era porque posiblemente ese lugar había sido parte de su vida como humano. Los dos vampiros se habían quedado en una casa a las afueras de la ciudad, aunque estar ahí era algo peligroso.
Cuando Markus se bañaba Bernard había entrado en su habitación y se había quedado recostado sobre la cama hasta que el rubio entró en su cuarto. El chico rubio salió del baño envuelto en una toalla pues detestaba tener que cambiarse dentro del baño con todo el vapor y sin que su cuerpo quedara completamente seco, en cuanto puso un pie dentro de su habitación notó el olor de Bernard, llevaba los ojos cerrados y de inmediato los abrió.
—¡¿Qué demonios haces aquí?!—vociferó el vampiro más joven.
—Estoy recostado en tu cama—contestó el otro sin mayor importancia mientras se incorporaba—, y ahora estoy sentado sobre ella.
—¡Imbécil! Eso ya lo sé.—Bufó el rubio y en seguida tuvo a Bernard frente a él.
—Entonces no preguntes cosas tan obvias—dijo el moreno.

14/2/12

Lazoz rojos // Capítulo 2

Capítulo 2
Perfecta negación

No importa cuántas veces
me dijeras que querías marcharte
No importa cuántas veces respiraste
aún sin poder respirar
No importa cuántas noches
te tumbaste completamente despierto
al sonido de la pausada lluvia
¿Adónde fuiste? ¿Adónde fuiste?
¿Adónde fuiste?
//Hurricane-30 Seconds to mars//


El invierno estaba muy próximo y con su llegada el sueño de Jared sería inminente. Claro que sólo había tres personas que eran conscientes de tal acontecimiento.
Para Skandar había sido algo diferente llegar a esas praderas en Inglaterra, había muchas hojas secas de los árboles y cuando amanecía podía ver la densa niebla que se formaba desde el suelo, lejos de ahí había un lago muy bello que más adelante visitaría. El primer día en aquella enorme casa de campo fue para el pequeño una grata experiencia, a pesar del frio que le azotaba por estar tan cercano el invierno.
Cuando llegaron era de madrugada, cerca de las cuatro de la mañana, había una vela encendida en la cocina y llegaron hasta ella para encontrarse con una joven de algunos dieciséis o diecisiete años, llevaba el cabello recogido en una coleta y algunos mechones se escapaban de esa prisión para fungir como el marco de alguna pintura, sus ojos eran especialmente negros y sus labios completamente pálidos, además llevaba un vestido antiguo en color beige y un mandil blanco que resaltaba muy poco gracias a la luz de la vela.
—Bienvenidos—dijo con una voz tersa.
— ¿Eres un vampiro?—preguntó el pequeño.
—Sí, y tú un humano—contestó la muchacha con un tono armonioso sin moverse de su posición.
—Es mi hermana—dijo Jared.
—Sus ojos son igual de rasgados—mencionó el niño—, además de su nariz que también es afilada, sólo que sus labios son más gruesos.
—¿Acaso te sabes de memoria la cara de Jared?—preguntó molestó el vampiro rubio.
—Vamos a ver tu habitación pequeño—dijo Jared cargando a Skandar entre sus brazos mientras el niño se afianzaba de su cuello.
Al final de la estancia había unas escaleras forradas de una vieja y gastada alfombra, mismas que el vampiro subió con el niño a cuestas. Justo al final del pasillo había una habitación, las paredes estaban tapizadas con papel azul con detalles en plata, del techo pendía un candelabro de diseño laborioso, además había un tocador con un gran espejo y algunas sillas con cojines de un azul similar al de un zafiro, justo sobre la cama había más cojines de diversos tonos con los que Skandar jugó cuando el vampiro lo dejó sobre la cama.

—Era mi habitación cuando era niño—mencionó Jared mientras abrió la gran ventana cubierta de unas gruesas cortinas, entonces el frio inundó la habitación.
—Me gusta mucho—susurró el menor.
—Vamos a dar un paseo—dijo tomando al niño de nuevo entre sus brazos.
Jared puso los pies sobre el marco de la ventana y brincó fuera de la habitación, en el breve instante en que a Skandar le pareció que volaba se aferró más al cuerpo de su vampiro protector como en otras ocasiones lo había hecho. En muy poco tiempo estuvieron frente al lago, un hermoso cuerpo de agua iluminado por la luna, quizás no se veía en el esplendor que tendría de día, pero era suficiente para cautivarlos.
—Es hermoso—susurró el niño.
—Tú eres una persona sumamente especial.—Comenzó a hablar Jared llamando la atención del pequeño—Desde que te conocí he querido protegerte, eres alguien valioso para mí.
—Te quiero—dijo el pequeño.
Sucumbiendo a sus impulsos el muchacho estrechó al niño junto a su pecho buscando hacerlo sentir cercano a él. Skandar correspondió aquel gesto y una lágrima suya se asomó en sus ojos.
—Haré lo que sea porque estés bien—dijo Jared al niño—. Dime que nunca hice mal de alejarte de tu familia.
—Ustedes…ustedes son más mi familia—habló entrecortado—, ellos no me querían.
—Te quiero Skandar.
El niño sólo se aferró más al cuerpo que lo protegía de aquel infernal frio, apenas sintió como regresaban a la casa y durmió tranquilamente respirando los cabellos castaños.
—Debió ser más sincero—susurró Bernard en la sala de la casa.
—El mocoso se lleva la peor parte—comentó con desgane el rubio.
—Si hasta Markus lo reconoce Jared debería darse cuenta de ello—dijo la mujer.
—Las cosas se hacen a mi modo—dijo el aludido desde el penúltimo escalón de la escalera.

12/2/12

Lazos rojos // Capítulo 1

ADVERTENCIAS: Pedofilia, asesinato, palabras altisonantes
Capítulo 1
Telón de fondo


No creo en nada 
Ni en el fin ni el principio 
No creo en nada 
Ni en la tierra ni en las estrellas
No creo en nada 
Ni en el día ni en la oscuridad
No creo en nada 
Más que en el latido de nuestros corazones
//100 suns-30 Seconds to Mars//     


Eran quizás la una de la mañana cuando la luna llena se posaba sobre el horizonte, el bullicio de la ciudad cesaba un poco y era acompañado por la danza de los arboles cada vez que una ventisca los acariciaba. En el corazón de aquella ciudad maldita se encontraba una casona a la cual los años la habían azotado salvajemente pero que aún se mantenía en pie, para muchos deshabitada y para otros embrujada, la propiedad se llenaba de vida en cuanto el sol moría en aquella línea invisible donde la tierra y el cielo se unían, entonces tres pares de ojos refulgieron en el interior de aquella casa olvidad y los candelabros que alumbraran siglos atrás tan hermoso hogar se vieron de nuevo encendidos, ceñirían una vez más las velas blancas y soportarían el fuego incandescente.
Las grandes ventanas se mantenían protegidas por enormes cortinas de tela gruesa y negra acompañadas de las telarañas que gobernaban cada rincón de la mansión. Sin decir palabra alguna los tres hombres dejaron sus aposentos casi al mismo tiempo, de esa forma llegaron a reunirse al pie de la escalera de doble ala, pisaron con delicadeza el gran escalón cubierto de alfombrado escarlata y se mantuvieron unos segundos quietos. El primero de esos hombres era un joven alto, muy alto, de cabellera larga cuyos mechones se alzaban hacía el cielo mientras cuatro delgados mechones caían sobre su cara, su piel era apiñonada y su nombre era Bernard. El segundo era el más menudo de los tres, y destacaba por ser el único con cabello rubio, el cual era tan largo que cubría sus orejas  y llevaba el fleco de forma en que los ojos quedaban libres y algunos cabellos caían sobre su nariz, su piel era más blanca que el chico anterior y su apariencia mucho más joven, él respondía al nombre de Markus. Por último se encontraba Jared, sus ojos se mantenían cubiertos por sus parpados mientras sus labios comenzaban a despegarse; él tenía el cabello castaño oscuro era largo y caía hacia sus hombros de forma grácil, no era tan musculoso como si lo era su compañero, pero tampoco sería tan delgado como Markus; quizás era el más pálido de los tres muchachos y quizás también el más callado.
—Andando—sentenció Jared.
En un instante la casona quedó desierta, apenas se escuchó cómo, tras desaparecer el sonido de la palabra que había pronunciado el joven, la puerta principal se cerraba con un sonido apenas perceptible.
La noche era fría pero eso no había impedido que Isabel se hubiera quedado hasta tarde estudiando para su examen final de anatomía, el sueño la había dormido poco después de la medianoche y su cuerpo descansaba sobre el escritorio de su habitación, su cabello yacía esparcido sobre su libro y unas libretas con sus apuntes, además de algunas hojas que se encontraban en desorden. Poco después de la una de mañana su sueño comenzó a turbarse, se movía más de la cuenta y terminó por despertarse. Aturdida sin saber porque se encontraba ahí talló sus ojos y bostezó en más de una ocasión. Su garganta imploraba por un poco de líquido y se encaminó a la cocina, cuando regresó sintió como la brisa le daba contra el rostro, así se enteró que la puerta corrediza del balcón estaba abierta. Lo ideal era cerrarla pero al intentarlo Isabel terminó por salir a contemplar la noche, se apoyó contra los barda hasta que sintió como alguien la observaba, de inmediato se giró. En la esquina del balcón un muchacho que únicamente llevaba los pantalones se encontraba recargado sobre la pared de su apartamento.
—¿Sabes? El cuerpo cuenta con varias venas de suma importancia, pero mi preferida es la carótida, esas arterias discurren a ambos lados del cuello e irrigan tanto el cuello como la cabeza, es algo interesante ¿no? Muy linda también —dijo el desconocido.
—¿Quién eres tú? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Y qué demonios haces?—dijo la chica completamente asustada.
—Mi nombre no te interesa, el cómo haya llegado tampoco tiene importancia y lo que hago en este lugar te desagradaría tanto que prefiero no decirlo.
—Estás loco—musitó Isabel.
—¿Es eso? ¿De verdad estoy loco?—Apareció delante de la chica en un microsegundo y besó los labios fugazmente—. No lo creo, tan sólo vengo a comer.
Lejos de ahí, casi al otro lado de la ciudad más allá de la zona llena de antros y bares de moda se podía encontrar prostíbulos al por mayor. Además sobre las aceras de la calle 35 se podían ver chicas y chicos que de alguna forma se exhibían al mejor postor, dejando casi nada a la imaginación con tan despreocupado vestuario y un maquillaje digno de aquellos trabajos.
Markus apoyaba su mano sobre el poste de la luz haciendo que su peso recayera por completo en esa delgada columna de concreto, apenas había tenido tiempo de colocarse una camisa y por el camino la había abotonado, pero había elegido dejar algunos botones libres para que su pecho quedara a la vista.
En el cruce de la calle 74 y la 35 había un grupo reducido de mujeres, una de ellas tenía un brillo especial en los ojos que hizo que de inmediato Markus se fijara en ella. Cabello rojo intenso que le llegaba hasta la cintura y al mismo tiempo ondulado de una forma que disimulaba cuan maltratado estaba. De un momento a otro los ojos de ambos se conectaron y las orbes azules de aquella chica destellaron de emoción, entonces dejó a sus compañeras y avanzó a lo largo de la calle hasta llegar al joven rubio, quien de inmediato la tomó de la nuca y forzó un beso apasionado.
—Perfecto—dijo el chico cuando el beso terminó.
Markus se dio la vuelta y emprendió el camino hacia el sur a lo largo de la 35, seguido por la prostituta que había besado. Justo a dos manzanas de donde había acontecido el acalorado beso el muchacho giró a la izquierda internándose en un callejón oscuro. Al cabo de un par de minutos la mujer le hizo compañía.
Sin decir ni una sola palabra Sienna se acomodó a un lado del contenedor de basura y en seguida Markus se situó frente a ella. La mano del chico recorrió una de las piernas de la mujer desde la rodilla hasta los glúteos y se acercó lo suficiente a su rostro para susurrarle algo al oído.
—Ni hombre ni mujer—musitó mientras su mano presionaba el glúteo de la prostituta—, por eso eres perfecta Sienna.
Markus fue encorvando su cuerpo hasta lograr arrodillarse en el suelo y durante su recorrido fue acariciando la pierna de la mujer con su lengua, justo llegó al muslo cuando dejó aquel tacto y se despegó un poco de esa piel. Un instante después sus colmillos desgarraban la piel y penetraban los tejidos del musculo para poder llegar a la arteria femoral.

5/2/12

Crónica de un falso suicidio



El cielo nublado, la luna escondida, el alumbrado público funcionado, los automóviles por las calles, gene dormida, y tú tirada inerte sobre el pavimento. El firmamento se iluminó por un resplandor y luego pareció soltar un gruñido, la lluvia apareció después de eso.

Te has despertado en medio de una pesadilla, tu rostro está empapado por el sudor y tu cuerpo se ha quedado descubierto pues las cobijas se hallan en el suelo. En tu rostro no se ve nada más que la cruda expresión de dolor. Miras al reloj y este marca las cuatro menos diecisiete, tratas de dormir de nuevo pero no puedes, en cambio caminas a la cocina y cuando estás ahí tomas un vaso entre tus manos, mismo que llenas de liquido transparente proveniente de la llave del lavaplatos. A penas comienzas a beber y en tu garganta inicia una sensación bastante dolorosa, sientes como te quema la garganta, arde demasiado y ese dolor es insoportable. Es tanto tu sufrimiento que sueltas el objeto que yace entre tus manos haciendo que caiga al suelo haciéndose añicos, pero eso ha sucedido porque tu reflejo instantáneo es apoyar tus manos en la barda del lavaplatos. El reloj de la sala marca las cuatro menos ocho. Toses en varias ocasiones mientras tu mano derecha aprieta tu garganta buscando aminorar el dolor, pero en este momento un escalofrió se esparce por tu ser, es una sensación bastante atemorizante. Sabes que algo anda mal. De pronto tu pecho parece ser oprimido por un gran peso y tu respiración luce entrecortada.

Tu cuerpo no te responde y tu mente se haya tan consumida que tampoco es capaz de reaccionar. Tienes la necesidad de caminar, y lo haces; comienzas a andar rumbo a la puerta de tu apartamento y sigues caminando cual zombi por las escaleras que llevan a los pisos superiores, pero no te detienes hasta que llegas a la puerta que da a la azotea. La perilla está helada pero tú no lo sientes, abres la puerta de cualquier forma.

La brisa nocturna mece tus cabellos y hace que tus labios se despeguen, pero nada más. Mueves tu cuerpo sin querer hacerlo pues por algún motivo no tienes el control de tu ser, entonces llegas a la barda que rodea el perímetro de la azotea y subes a ella sin complicaciones.

Las luces de la ciudad te parecen más brillantes que cualquier otro día, incluso parece que hay más de ellas, pero el ruido que normalmente escucharías no está porque más bien es un murmullo lejano e irreal que no pertenece a tu escena, a tu momento en aquel piso 27. Todo parece un sueño, todo se asemeja a una pesadilla.

El reloj marca las cuatro menos uno. Su mano toca tu mejilla al mismo tiempo que su aliento acaricia tu oreja, además sientes que tu cintura es rodeada por su brazo y te has quedado inmóvil hasta que echas tu cabeza hacia atrás.

Sientes su lengua recorrer tu cuello como una caricia puramente erótica, una sensación excitante comienza a apoderarse de ti porque al parecer eres incapaz de controlar la creciente pasión que añoras como la tinta carmesí que ansia darle vida a un boceto de principiante, y entonces una de tus manos viaja hasta posarse sobre la mejilla helada de este sujeto. Ahora mismo acontece la unión más sublime que tu cuerpo a recibido, un suspiro muere en tu garganta y de ella se despliega un fino hilo carmesí que nace del desgarre de tu piel por sus colmillos. Un calor sumamente apasionante se extiende del costado de tu cuello hasta la última extensión de tu cuerpo, pero esta maravillosa experiencia no será eterna.