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Lazoz rojos // Capítulo 2
Capítulo 2
Perfecta negación
No importa cuántas veces
me dijeras que querías marcharte
No importa cuántas veces respiraste
aún sin poder respirar
No importa cuántas noches
te tumbaste completamente despierto
al sonido de la pausada lluvia
¿Adónde fuiste? ¿Adónde fuiste?
¿Adónde fuiste?
//Hurricane-30 Seconds to mars//
El invierno estaba muy próximo y con su
llegada el sueño de Jared sería inminente. Claro que sólo había tres personas
que eran conscientes de tal acontecimiento.
Para Skandar había sido algo diferente
llegar a esas praderas en Inglaterra, había muchas hojas secas de los árboles y
cuando amanecía podía ver la densa niebla que se formaba desde el suelo, lejos
de ahí había un lago muy bello que más adelante visitaría. El primer día en
aquella enorme casa de campo fue para el pequeño una grata experiencia, a pesar
del frio que le azotaba por estar tan cercano el invierno.
Cuando llegaron era de madrugada, cerca
de las cuatro de la mañana, había una vela encendida en la cocina y llegaron
hasta ella para encontrarse con una joven de algunos dieciséis o diecisiete
años, llevaba el cabello recogido en una coleta y algunos mechones se escapaban
de esa prisión para fungir como el marco de alguna pintura, sus ojos eran
especialmente negros y sus labios completamente pálidos, además llevaba un
vestido antiguo en color beige y un mandil blanco que resaltaba muy poco
gracias a la luz de la vela.
—Bienvenidos—dijo con una voz tersa.
— ¿Eres un vampiro?—preguntó el
pequeño.
—Sí, y tú un humano—contestó la muchacha
con un tono armonioso sin moverse de su posición.
—Es mi hermana—dijo Jared.
—Sus ojos son igual de
rasgados—mencionó el niño—, además de su nariz que también es afilada, sólo que
sus labios son más gruesos.
—¿Acaso te sabes de memoria la cara de Jared?—preguntó
molestó el vampiro rubio.
—Vamos a ver tu habitación pequeño—dijo
Jared cargando a Skandar entre sus brazos mientras el niño se afianzaba de su
cuello.
Al final de la estancia había unas
escaleras forradas de una vieja y gastada alfombra, mismas que el vampiro subió
con el niño a cuestas. Justo al final del pasillo había una habitación, las
paredes estaban tapizadas con papel azul con detalles en plata, del techo
pendía un candelabro de diseño laborioso, además había un tocador con un gran espejo
y algunas sillas con cojines de un azul similar al de un zafiro, justo sobre la
cama había más cojines de diversos tonos con los que Skandar jugó cuando el
vampiro lo dejó sobre la cama.
—Era mi habitación cuando era
niño—mencionó Jared mientras abrió la gran ventana cubierta de unas gruesas
cortinas, entonces el frio inundó la habitación.
—Me gusta mucho—susurró el menor.
—Vamos a dar un paseo—dijo tomando al
niño de nuevo entre sus brazos.
Jared puso los pies sobre el marco de
la ventana y brincó fuera de la habitación, en el breve instante en que a
Skandar le pareció que volaba se aferró más al cuerpo de su vampiro protector
como en otras ocasiones lo había hecho. En muy poco tiempo estuvieron frente al
lago, un hermoso cuerpo de agua iluminado por la luna, quizás no se veía en el
esplendor que tendría de día, pero era suficiente para cautivarlos.
—Es hermoso—susurró el niño.
—Tú eres una persona sumamente especial.—Comenzó
a hablar Jared llamando la atención del pequeño—Desde que te conocí he querido
protegerte, eres alguien valioso para mí.
—Te quiero—dijo el pequeño.
Sucumbiendo a sus impulsos el muchacho
estrechó al niño junto a su pecho buscando hacerlo sentir cercano a él. Skandar
correspondió aquel gesto y una lágrima suya se asomó en sus ojos.
—Haré lo que sea porque estés bien—dijo
Jared al niño—. Dime que nunca hice mal de alejarte de tu familia.
—Ustedes…ustedes son más mi
familia—habló entrecortado—, ellos no me querían.
—Te quiero Skandar.
El niño sólo se aferró más al cuerpo
que lo protegía de aquel infernal frio, apenas sintió como regresaban a la casa
y durmió tranquilamente respirando los cabellos castaños.
—Debió ser más sincero—susurró Bernard
en la sala de la casa.
—El mocoso se lleva la peor
parte—comentó con desgane el rubio.
—Si hasta Markus lo reconoce Jared
debería darse cuenta de ello—dijo la mujer.
—Las cosas se hacen a mi modo—dijo el
aludido desde el penúltimo escalón de la escalera.
Skandar comenzó a removerse en la cama,
trataba de buscar a alguien pero su búsqueda a ciegas haciendo uso de sus manos
no dio frutos, el niño se encontró con que estaba sólo en esa enorme cama.
Sobre el buró había una charola con un desayuno dispuesto y una nota de
caligrafía perfecta.
Come y luego date un
baño, ahí encontrarás ropa.
El pequeño enseguida hizo caso de las
instrucciones. Tomó una ducha en la gran tina blanca y luego cubrió su desnudez
con las ropas que habían dejado ahí previamente, por un momento el niño pensó
que sería ropa antigua como la que usaba la hermana de Jared pero se trataba de
ropa como la que él utilizaba.
Cuando hubo ordenado la habitación bajó
con la charola para dejarla en la cocina, se dio cuenta de que había varios
traga luz en la casa y evitó pasar por debajo de uno de ellos. La cocina estaba
desierta al igual que la sala y la biblioteca, eso desconcertó en gran medida
al niño.
—¿Buscabas a alguien?—dijo una voz a su
espalda al momento de cerrar la puerta de la biblioteca.
—Me asustaste—susurró el niño—…quería
ver a Jared.
—Ven conmigo—susurró la mujer tomándolo
de la mano.
Llegaron a la sala y la muchacha hizo
que Skandar se sentara en un sofá junto con ella, acarició su cabello con
delicadeza y le informó que ninguno de los tres muchachos se encontraba en la
casa, el niño consternado de inmediato buscó saber su paradero pero se encontró
con una negativa infranqueable.
—¿Cuándo volverán?—cuestionó el niño
con inmensa tristeza.
—No lo harán en varios años—susurró la
chica abrazando a Skandar buscando contener el llanto que se formaba en su
corazón y que comenzaba a externarse.
El niño logró librarse del abrazo y
corrió a las escaleras, entró en su habitación y cerró la puerta detrás de él.
En la cama lloró por mucho tiempo, quizás horas hasta que decidió levantarse y
encontró algo raro en el tocador, había un clavel blanco y al pie de la
flor había una nota dirigida a él.
Te quiero pequeño,
perdóname por dejarte…regresaré
Skandar dejó de llorar y apretó aquel
pedazo de papel contra su pecho mientras se deleitaba con el olor de la flor. A
partir de entonces trató de no llorar, pero no podía evitar recordar a Jared,
pensaba que quizás, como lo había dicho Markus en alguna ocasión, él no era
suficiente para Jared, si era así se esforzaría por ser el indicado.
Las primeras cosas que Skandar quería
cambiar de sí mismo era su edad, pero eso no le competía a él, así que decidió
enfocarse en mejorar lo que estuviera a su alcance, en ser como Jared. Quería
ser fuerte como ese vampiro que tanto apreciaba, quería saber tanto como él,
quería ser tan refinado como lo era Jared, así que decidió pedirle ayuda a la
hermana del chico que lo había abandonado y el mismo que le había pedido perdón
por ello, la hermana del vampiro que había perdonado.
Una tarde la muchacha se encontraba
preparando la merienda del niño cuando este entró en la cocina con la pijama
puesta, se sentó en la mesa que había por ahí y espero a que la chica le dijera
algo, pero aquello no sucedió. El silencio que gobernaba dentro de esas cuatro
paredes le anunciaba al niño que no sería la joven quien lo rompiera, tendría
que esforzarse por romperlo él mismo. Con algo de temor por no existir ningún
tipo de confianza entre ambos no se Skandar se atrevía a hablar mientras la
muchacha continuaba con sus deberes.
— ¿Cómo te llamas?—preguntó sin ningún
atisbo de duda.
—Penélope—dijo la chica dejando salir
libremente su melodiosa voz.
— ¿Y cuál es tu edad?—cuestionó el
niño.
—Eres muy curioso—dijo volteándose para
verlo—, mi edad total no la sé con precisión, pero cuando fui convertida tenía
poco menos de diecisiete años.
—¿Y Jared?—preguntó el niño sin verla a
los ojos.
—Poco más de dieciocho—contestó la
chica sin inmutarse.
— ¿Y sus padres?
— ¿Quieres saber dónde están?—El
pequeño asintió—, muertos.
—Ya veo—contestó el niño.
—Y ¿Qué me dices de los tuyos?—preguntó
la chica con una charola de plata en las manos que llevaba a la mesa donde
Skandar se encontraba.
—Supongo que han de estar en Paris por
la navidad—dijo el menor mientras probaba la merienda que Penélope le ofreció.
—Por lo poco que sé tus padres no eran
muy atentos contigo ¿verdad?—El niño sólo sintió—, no hablabas mucho de ellos
con Jared ¿verdad?
—Los olvidaba, a ellos y a Miriam, la
enfermera que me cuidaba.—La joven asintió lentamente—A ella no le gustaba
cuidarme, se fastidiaba. Jared no se fastidiaba—dicho eso Skandar apretó la
servilleta entre las manos y mordió su labio inferior—. Por favor—miró
suplicante a la muchacha—, enséñame—la chica lo miró confundido—, quiero ser
como Jared.
—De acuerdo pequeño, se hace lo que tu
desees—dijo Penélope ladeando la cabeza—, esas fueron sus instrucciones—susurró
tan bajo que el niño no tuvo oportunidad de escuchar aquello.
A partir de entones Skandar se vio
sumergido en una enseñanza completamente diferente a la que estaba
acostumbrado, Penélope se encargó de que aprendiera los modales de etiqueta
inglesa a la perfección, también se enseñó a caminar con elegancia y los
movimientos se hicieron cadenciosos y delicados, de tal forma que parecía
acariciar el aire cada vez que sus manos se movían. Todo, su andar, la forma en
que su boca se curvaba al sonreír, la manera en que su espalda siempre estaba
recta, y todo lo demás, hacían verlo sumamente elegante.
—Se nace con clase—ijo un día Penélope
al niño—, parece ser que naciste con elegancia pequeño—dijo mientras sonreía
con mesura—. Un motivo más para agradar a las pupilas.
Además, dedicó gran parte de su tiempo
a apreciar la pintura, convirtiéndose en un amante del surrealismo y el
impresionismo. También pasaba mucho de su tiempo leyendo, así pudo darse una
idea de cómo era el mundo que lo rodeaba, así como logró formarse varias ideas
sobre el ser humano, que antes no hubiera sido capaz de asimilar.
—El hombre es despreciable—mencionó
Skandar en una ocasión a Penélope, mientras la chica ordenaba un florero cerca
de las cuatro de la madrugada.
—¿En serio?—dijo sin mucho entusiasmo.
—Sólo trata de ser superior a
todo—mencionó con desgane el niño—, pero ¿cómo alguien puede ser tan superior
si sólo trata de imponerse?... tantas guerras, traiciones, muertes…a veces el
hombre es más malo que cualquier demonio.
—No eres nadie para juzgar—dijo la
muchacha—, quizás tienes razón, pero los demonios también asesinamos a muchas
personas.
—Pero no se vuelven locos con el poder
que tienen—replicó el muchacho.
Penélope negó con la cabeza— hay muchos
de nosotros que han sido consumidos por esas ansias de demostrar su
superioridad, de que los demás los reconocieran.
—¿Entonces? Dime porque el alma humana
está tan corrompida—casi suplicó Skandar.
—No lo sé, nunca me lo había
cuestionado.—El chico miró a la ventana—Pero no todos serán así.
Esa tarde no volvieron a hablar del
tema.
Muchas veces Skandar tuvo un sueño
extraño pero sumamente agradable en el cual se daba el lujo de volver a ver la
persona que tanto extrañaba y a la que apreciaba tanto. Si bien el sueño muchas
veces era diferente en algunos aspectos, la mayoría de las veces mantenía un
mismo camino; Skandar estaba recostado sobre su cama con el cuerpo descansado
sobre su costado, las cortinas estaban un poco recorridas y la luz de la luna
llena alumbraba la habitación. Mientras el chico descansaba las ventanas se
abrían y un joven entraba por ellas, el corazón de Skandar se aceleraba al
sentir esa parecencia tan cercana a él y de pronto el miedo de verle lo
controlaba, pero su cintura era rodeada por unas manos tan frías que resultaban
sumamente conocidas y en su cuello un aliento gélido le hacía estremecerse.
Entonces lograba girar su rostro y se encontraba con la mirada serena de Jared,
para ese entonces el corazón de Skandar parecía querer salirse de su pecho.
—Te amo—susurraba el chico.
—Yo también—contestaba el vampiro,
aunque en algunas ocasiones esa respuesta variaba por lo regular era una
respuesta positiva.
Enseguida los colmillos del joven
vampiros se hundían en la piel del pequeño quien lanzaba un jadeo al aire
parecido a un gemido. Skandar sentía que el fuego quemaba los dos orificios que
tenía en el cuello y se aferraba al cuerpo de Jared con todas sus fuerzas. En
esa parte del sueño solía haber algunas ocasiones en que Skandar lograba ver la
escena como si fuese un espectador más pero al mismo tiempo sabía que ese
muchacho que yacía sobre la cama siendo consumido por un vampiro era él, pero
era diferente, su cabello mucho más largo y sus facciones se veían más maduras,
además era más alto y sus músculos se veían más trabajados. Era él pero al
mismo tiempo no lo era. Cuando la sangre de Skandar se agotaba Jared mordía su
labio logrando que una cantidad sustanciosa de sangre saliera de la herida y
fuera consumida por su boca, pero no la tragaba, estando el líquido carmesí
dentro de sus labios besaba a Skandar y ahí el chico sentía como si su
cuerpo se estuviera quemado. Parecía estar rodeado de llamas, más bien dicho,
sus venas eran recorridas por el fuego, así lo sentía Skandar, era como su
infierno personal. En la cama el chico se retorcía de dolor y entonces
despertaba.
Generalmente el pecho subía y bajaba a
gran velocidad, además su piel siempre se encontraba cubierta de sudor y no
lograba tranquilizarse hasta mucho tiempo después. Nunca le mencionó a Penélope
aquellos sueños, sentía una extraña sensación con respecto a eso. Era su
secreto, además por más extraño que pareciera aquel sueño podía ver a Jared y
con eso bastaba para que se tranquilizara.
El tiempo no pasaba en balde, el
pequeño niño que había llegado a esa casa con casi diez años de edad había
crecido durante su estancia, el cabello había crecido mucho a pesar de que lo
cortaba continuamente le llegaba un poco arriba de los hombros aunque Penélope
se lo cortaba de tal forma que los cabellos de la parte superior eran más
cortos y luego se hacían largos, de esa manera evitaba verse como un ‹‹un león mal peinado››, tal y como lo
había pronunciado la muchacha. Había crecido mucho también, era más alto que la
vampireza que lo cuidaba, además su cuerpo ya no era tan menudo como años
atrás, el pequeño había adquirido una buena musculatura gracias a las clases de
esgrima y el tiempo que dedicaba a nadar en el lago por las noches.
Skandar estaba sentado en una mesa de
la biblioteca con un libro entre sus manos, pero con su vista fija en los
ventanales. Miró sus ojos apagados y distinguió el tono más azulado que habían
tomado con el tiempo, su rostro era diferente también. Se dio cuenta de lo
mucho que había crecido y se decepcionó al mismo tiempo que se alegraba de que
hubiera pasado, siendo grande era más fuerte y por ende menos indefenso.
—¿Me reconocerás Jared?—preguntó el
chico rodeado de la penumbra de la noche—. ¿Esta vez sí seré suficiente para
ti?
Dejó el libro a un lado y caminó
silenciosamente por la casa hasta llegar a su habitación, había aprendido a ser
sigiloso entre las sombras. Afuera el sol daba su completo esplendor en un
extraño día soleado, pero dentro de esa casa la iluminación se volvía opaca y
siempre prevalecía la oscuridad. Cuando Skandar irrumpió en su habitación ésta
estaba cubierta por una densa penumbra que se dispersó cuando el chico comenzó
a encender las velas que había en su habitación, después hizo lo mismo con las
del baño. El chico después de terminar de prender las velas abrió las llaves
plateadas y comenzó a salir el agua que luego llenaría la tina.
Salió del baño y comenzó a desnudarse.
Mientras se bajaba los pantalones notó que tenía una especie de roncha justo en
la ingle, de momento le asustó ver esa mancha rojiza en su piel tan blanca pero
luego comenzó a darle picazón y terminó por utilizar sus uñas para desaparecer
esa sensación que a cada contacto tan sólo se acrecentaba, entre los
movimientos que su mano realizaba el chico tocó levente su miembro pero no le
dio importancia. Sin embargo, un segundo rozón más intenso le provocó cierta
sensación extraña que hizo que el pequeño dejara aquella roncha y se sintiera
avergonzado, aún sin saber el motivo. Miró su cuerpo desnudo frente al espejo
de cuerpo completo que había a unos pasos de donde se encontraba él, había
cambiado mucho y entonces se preguntó que tanto habría cambiado Jared. Cerró
sus ojos y recordó el cabello castaño, más castaño que el suyo, tan suave que
le gustaba acariciarlo pero no lo hacía, también recordó los ojos brillantes de
Jared cuando regresaba de haber comido. Jamás había visto el cuerpo desnudo de
Jared y tan sólo con pensar en eso sus mejillas se colorearon de rojo haciendo
que abriera los ojos de golpe.
—Vete a bañar.—Se dijo a sí mismo.
Se sumergió en el agua tibia que casi
llenaba la tina destensando el cuerpo al contacto con el líquido tan
cristalino. Cerró los ojos ante tan agradable sensación y así se quedó un par
de minutos, pero luego sus manos se movieron hasta auto abrazarse aunque en su
mente no era él quien se abrazaba sino Jared. Una nueva sensación lo controló,
no era lo mismo que antes, en aquel momento el abrazo que el chico imaginaba se
sentía diferente a los abrazos que el vampiro le había obsequiado. El pequeño
comenzó a estar confundido.
Bajo las sábanas de lino y seda
descansaba el cuerpo de un joven, ese sería el último en que poseería catorce
años de edad y aunque afuera el sol refulgía en lo alto del cielo ese muchacho
no pretendía ni siquiera sentir un poco de aquel extraño sol de mediodía pues
se encontraba completamente dormido. Fue así hasta poco más de la una de la
mañana que su consciente comenzó a despertar alentando al inconsciente a dejar
el control de su cuerpo. La luna nueva se veía sumamente hermosa en el
cielo oscuro plagado de estrellas centellantes, hermosas ante los ojos azulados
del joven. Se quitó la pijama blanca que llevaba, primero desabrochando los
botones de la parte superior para sacar las mangas de esa camisa, luego el
pantalón de algodón que terminó en el suelo.
Tomó un poco de ropa del closet, si
bien en un principio pensó que Penélope lo haría vestir con ropajes antiguos
como los que ella usaba la muchacha siempre había conseguido ropa de lo más
actual, misma que el adolescente adoraba. Unos jeans de mezclilla ajustados,
tanto que sus pies apenas cabían al entrar en ellos, una playera blanca con
cuello en forma de v también ajustada y luego se puso una chamarra gris que
hacía juego con la bufanda que se puso. Prácticamente era invierno pero
comenzaba a sentir mucho frio cuando rondaba por la casa sin algo que lo
protegiera del frío.
Esa noche cumpliría sus quince años y
Penélope le tenía preparada una deliciosa cena, algo diferente a sus anteriores
cumpleaños cuando aún vivía con sus padres, en ese entonces sólo recibía nuevos
juguetes al despertar, pero nunca le hacían una fiesta o si quiera un abrazo de
felicitaciones. Mató el tiempo hasta que se hicieron las cuatro de la mañana,
mientras leyó varios libros que había tomado de la biblioteca. El muchacho bajó
luego de terminar de arreglarse el cabello y rosearse un poco de perfume que
Penélope le había comprado, satisfecho con su apariencia el joven bajó las
escaleras tarareando una canción de cuna que había aprendido en el primer año
de su estancia en la casa. En el primer piso todo era completo silencio, las
velas del candelabro estaban encendidas principal estaban encendidas al igual
que todas las de la estancia, en ese momento una dulce melodía de piano comenzó
a sonar y Skandar sonrió. Sus pasos se volvieron más rápidos a medida que la
música avanzaba, él no se había imaginado que alguna vez habría música en un
cumpleaños suyo.
En los años que había estado al cuidado
de Penélope el muchacho siempre recibía una deliciosa cena, flores, libros,
joyas y chocolates, aunque alguna vez la muchacha le había regalado un hermoso
cuadro del siglo XIX pues el pequeño había adquirido un enorme gusto por el
Impresionismo.
Skandar se detuvo al pie de las
escaleras pues la música había dejado de sonar pero en seguida reanudó su
marcha hacia el comedor y de nueva cuenta dejó de caminar justo ante las
puertas del comedor, se sentía extrañamente nervioso y al mismo tiempo ansioso,
entonces inhaló profundamente y abrió la puerta. No había nadie, sobre la mesa
había tres candelabros dorados con sus respectivas velas, uno era más grande
que los otros, además había cubiertos sólo para una persona como era lo
habitual en esa casa. Resignado por la aparente ausencia de Penélope el joven
tomó asiento en al lugar principal de la mesa.
En apenas un instante, mientras
acomodaba una servilleta en su lugar, en la puerta apreció una figura conocida.
Era un hombre alto y musculoso de cabellera negra, su nariz era respingada y
sus labios gruesos. Lo reconoció, era Bernard.
—Feliz cumpleaños—susurró alguien justo
en su oído—, mocoso.—Esa voz era sumamente familiar.
Se giró para ver a esa persona pero ya
no estaba, entonces sintió como alguien tocaba su hombro y giró su cabeza hacia
el otro lado pero tampoco había nadie. Justo en la puerta, al lado de Bernard, un chico
delgado de tez blanca y cabello rubio y largo le sonreía con sátira.
—Markus—susurró el menor.
—Me recuerdas—Skandar asintió—. No sé
si molestarme o reír.
—Déjalo—ordenó Bernard al rubio.
—Cállate maldito imbécil—dijo Markus
casi gritando.
Skandar los miró con curiosidad, no
había cambiado prácticamente nada, salvo que sus cabellos hubieran crecido un
poco todo lo demás seguía como antes, inclusive vestían casi igual que la
última vez que los vio. El de cabellos negros llevaba una playera negra con
cuello en forma de “v” y pantalones negros que no se lograba ver si eran de
mezclilla o no, además llevaba zapatillas deportivas con motivos en rojo. El
rubio, sus cabellos iban sueltos y tan lisos como antes, llevaba una camisa
blanca desabotonada hasta más abajo que sus pectorales y un pantalón negro
sumamente ajustado, con unas botas también negras que parecían robadas a un
soldado, pero lo que más le llamaba la atención al muchacho eran los anillos
que portaba en cada mano y el enorme collar de oro formado por numerosos
anillos dorados uno al lado del otro. Los miró de nuevo y ellos a él, entonces
Skandar sonrió y se puso de pie.
—Feliz cumpleaños Skandar—dijo Bernard
y abrazo al chico.
—¡Ya suéltalo!—gritó Markus.
— ¿Celos?
— ¿De ti o del niño?—preguntó el rubio
poniendo una de sus manos en la cadera y con la otra los señaló, Bernard sólo
sonrió—. Porque de ninguno. Sólo que tú—dijo señalando a Bernard—, eres un
maldito pervertido.
—¿Eso que tiene que ver?—preguntó el de
cabellos negros—Además no soy un pervertido.
—Claro que lo eres.—Lo miró con furia—No
porque el mocoso ya no sea un mocoso y se haya puesto lindo lo puedes manosear.
—No lo estoy manoseando—dijo Bernard
exagerando sus gestos para imitar a Markus.
—¿Qué es manosear?—preguntó Skandar.
—¿No sabes que es toquetear?—preguntó
el vampiro de cabellos rubios y el adolescente negó con la cabeza.
—Pues es algo así, pero sin el beso—dijo
Bernard y en seguida desapareció de su lado para aparecer junto a Markus.
El de cabellos negros capturó los
labios de Markus con los suyos y sus manos se posaron sobre los glúteos del
vampiro, siendo una de ellas la que recorría una de las piernas y hasta la
espalda del vampiro.
—¡Suéltame!—gritó el rubio cuando logró
romper el beso y luego forcejeo hasta que las manos del otro vampiro ya no tenían
contacto con su cuerpo—¡Eres un maldito pervertido y violador!
—Una violación es cuando no quieres, no
cuando pides más y gimes de esa manera—dijo Bernard sentado en una silla.
—Eres un hijo de pu…
—¿Ustedes nunca pueden estar sin
pelear? Son un dolor de cabeza—preguntó Penélope con una bandeja en sus manos.
—Es cuestión de acostumbrarse—dijo
alguien detrás de la muchacha.
—Jared…—susurró Skandar abriendo los
ojos de forma instantánea.
El muchacho sintió como su cuerpo
tembló, parecía irreal que Jared estuviera ahí con él, que después de tantos
años lo volvía a ver. Sus ojos comenzaron a aguadarse y la perplejidad
desapareció para dejarlo correr al encuentro de esa persona que tanto extrañaba.
Corrió y se abrazó a ese cuerpo tan
fuerte que significaba Jared, sus brazos se aferraban al cuello del vampiro y
los de Jared se aferraban a su cintura, ya no era como antes cuando Skandar
apenas se abrazaba de la cintura del vampiro, en ese momento era capaz de
afianzarse del cuello y recargar su cabeza sobre él.
—Feliz cumpleaños Skandar—susurró el
vampiro.
El aludido comenzó a llorar en cuanto
escuchó de nuevo la voz de Jared, había soñado tanto con volver a verlo que por
fin lo tenía con él y no lo dejaría irse de nuevo. Levantó su rostro y se
encontró con los orbes negros que extrañaba, sonrió aunque estuviera llorando.
—La cena se enfriará—musitó Penélope.
El agarre que Skandar mantenía se
relajó y sus brazos cayeron a cada lado de su cuerpo, mientras sus ojos se
escondían bajo los cabellos castaños caminó hasta su lugar seguido de Jared,
quien sostenía una mano del chico con una de las suyas. El corazón del humano
latía más rápido de lo normal y su mente sólo se concentraba en degustar el corte
de carne que estaba servido frente a él, pero a su lado derecho se encontraba
Jared y su cercanía causaba un millar de sensaciones diferentes en él. Mientras
Skandar comía la comida que Penélope le había preparado los vampiros se
deleitaban el paladar con un líquido rojo, denso y tibio.
Sangre.
—¿Ya terminaste mocoso?—preguntó Markus
luego de lamer la comisura de sus labios pues una gota roja se anidaba ahí.
—¿Eh?—musitó confundido el chico—. Si,
ya terminé.
—Markus no seas tan grosero.—Le
reprendió Bernard y el rubio ante la mirada atenta de Penélope sólo torció la
boca y giró sus ojos mostrando su molestia.
—Sólo démosle sus regalos ya ¿no?
Quiero darme un baño—dijo el rubio al cabo de unos segundos.
—Hagámosle caso o nos montará un buen berrinche—comentó
Bernard mientras se ponía de pie.
—¡Yo no hago berrinches estúpido
idiota!
—Chicos por favor.—Les invitó Jared a
guardar la compostura.
El humano sonrió cuando vio la
serenidad que había mostrado Jared, lo recordaba así siempre sereno y guardando
la compostura, entonces el objeto de su devoción volteó a mirarlo y el chico
escondió la mirada en su plato.
Jared observó al muchacho que tenía a
su lado, desde que lo había dejado había cambiado mucho, inclusive pensó que
ese no era Skandar. Ya no quedaba nada del niño que había tomado entre sus
brazos como un fiel capricho, nada de esa inocencia pues sus ojos mostraban
algo más, había crecido. Skandar se manejaba con delicadeza y cuidaba sus
modales, cosa que antes no parecía importarle, se mesuraba para sonreír y antes
reía a carcajadas, le escondía la mirada y antes siempre mantenían contacto
visual. ¿Qué había pasado? ¿Había sido un error dejar a Skandar ahí?
—Vamos a la sala entonces—dijo Penélope
con su habitual voz aterciopelada.
En la sala los vampiros formaban una
línea para recibir al cumpleañero, algunos llevaban consigo una caja adornada
con un moño, ellos le entregarían sus presentes al adolescente. El primero fue
Bernard, se posó frente a Skandar y le tendió suavemente un paquete negro con
un moño rojo, el pequeño lo abrió y se dio cuenta de que era un libro.
—Le dieron un novel así que supongo que
debe ser bueno—dijo el vampiro y se retiró—, y perdona que no te di un abrazo
pero no quiero que la diva se enfade y diga tonterías de nuevo.
—Cállate que igual eres un roba
inocencias con diploma y todo—dijo el
vampiro rubio.
—Y con tu certificación…
—Silencio los dos—dijo Jared con total
superioridad.
Markus miró por el rabillo del
ojo a Bernard de la cabeza a los pies sin dejar oculto el odio con lo que lo
hacía para al final darle un desplante con la cabeza cuando el de cabellos
negros lo miró. Entonces el rubio caminó había el menor y le entregó una
pequeña cajita negra en cuyo interior había un collar de plata delgado con un
dije en forma de corazón, el cual era de cuarzo blanco, en seguida le tendió
otra caja la cual era blanca y en ella encontró un collar casi igual al
anterior, sólo que el corazón era de cuarzo negro.
—Se supone que debes darle uno a la
persona de la cual estés enamorada y que te corresponda—dijo el rubio con
cierta nostalgia en la voz, la cual era casi imperceptible.
— ¿Por qué no lo conservas tú?—dijo el
pequeño.
—Porque no estoy enamorado, jamás lo estaré—susurró
el vampiro pero aun así los otros escucharon.
—Mi regalo fue la canción ¿te
gustó?—comentó inmediatamente Penélope.
—Me fascinó, tienes mucho talento—respondió
el muchacho.
Jared seguía mirando
detenidamente a Skandar, cada movimiento que hacía, cada gesto, todo era
finamente estudiado por el vampiro. Cuando llegó el momento de darle su regalo
pensó varias veces si sería el indicado para ese nuevo Skandar, posiblemente no
pues había decidido que darle pensando en ese niño que tanto quería, no en ese
muchacho que rocíen descubría.
—Espero que te guste—dijo Jared bastante
bajo a Skandar, pero el muchacho sonrió y asintió con la cabeza.
La caja era azul metálico y el moño
plateado, una combinación que le gustaba al chico.
El moño fue deshecho con delicadeza,
Skandar jaló una punta y lentamente el moño termino por desaparecer, el papel
igualmente fue tratado con cuidado pero Jared le sonrió a Skandar en el momento
en que el chico lo miró lleno de susto, entonces rompió el resto del papel.
Dentro de la caja había un hermoso cachorrito de cinco meses de edad, era
blanco y tenía algunas secciones de pelo negro, en la base había agujeros por
donde el cachorro había estado respirado y se encontraba dormido. Los ojos de
Skandar brillaron por la emoción, tomó al cachorro con cuidado y lo acurrucó
entre sus brazos, no dejaba de darle pequeños besos y sonreír ampliamente.
—Creo que fue el que más le
gustó—comentó Bernard en la lejanía.
—Así le hubiera dado popo de perro al
mocos le hubiera encantado—replicó Markus.
Nadie lo negó.
Antes de las siete de la mañana el
muchacho comenzó a bostezar y Penélope mandó a todos adormir. Skandar tomó a su
cachorro de Pastor Escocés entre sus manos y subió detrás de los demás. Justo
cuando todos habían entrado en sus aposentos a excepción de Jared y él, el
chico tomó al vampiro de la mano y lo hizo entrar en la habitación. El mayor se
quedó parada frente a la puerta mientras el chico acomodaba a su cachorrito en
la cama, cuando sus manos se despegaron de la peluda piel de su regalo de
cumpleaños se quedó pasmado unos minutos y mientras el tiempo transcurría sus
ojos se iban llenando de lágrimas. En un arrebato Skandar se lanzó a los brazos
de su querido vampiro y lo abrazó con tal fuerza que sus lágrimas mojaban el
hombro de joven.
—T-te extra-ñé—dijo el muchacho.
—Yo también te extrañé Skandar.
—No me dejarás de nuevo ¿verdad?—Sollozó
el chico al oído del vampiro y apretó su abrazo.
—No pequeño, no te dejaré.
Los brazos de Jared sostenían al chico
de caer al suelo, así estuvieron abrazados hasta que el humano se tranquilizó.
Afuera el sol iniciaba su recorrido a través del cielo dando vida al ambiente y
dotando de ese toque majestuoso a todo,
bañando todo con su luz y encendiendo ese paisaje hermoso, pero ni Skandar ni
Jared podrían deleitarse con ese paisaje, ambos se encontraban en la oscuridad
de una habitación, uno con la mirada en el suelo y el otro con la mirada fija
en lo que su acompañante pudiera hacer.
—Debo dejarte dormir—dijo Jared y se
movió para alejarse del chico.
—¡No!—El vampiro lo miró cuestionando
su actitud—Esta es tu habitación y no quiero que te alejes de mi otra vez.
Las palabras habían sido tan directas y
rodeadas de ese tono que casi parecía ordenarle a Jared que se acostara en la
cama de una buena vez, hicieron que el vampiro accediera. Entonces, estando
contento por la reacción de Jared el muchacho había apartado los cojines que
había sobre la cama y puso al cachorro sobre uno muy grande a un lado. Cuando
dejó la cama lista tomó su pijama y se metió al baño para cambiarse, el pijama
era igual desde años atrás, de dos piezas, completamente blanco y de algodón;
al verlo Jared sonrió, se volvía a ver como un niño pues con la ropa que había
llevado antes Skandar le parecía un poco más…atractivo. El vampiro apartó su
vista disimuladamente del pequeño.
— ¿Dormirás vestido?—preguntó Skandar.
Jared llevaba su cabello largo pero sin
exagerar, una camisa blanca con un saco negro y corto, un pantalón de mezclilla
ajustado y unos zapatos también negros. Cuando el más joven lo vio se extrañó
de verlo sentado sobre el filo de la cama con la ropa y los zapatos puestos.
—No tengo pijama como tú—dijo
tranquilamente el mayor.
—Pero no puedes dormir con ropa—replicó
el adolescente—, pero si así lo quieres está bien.
—¿Te lavaste la cara?—preguntó el
vampiro cuando el chico se ponía crema en la cara.
—Sí…—dejó a un lado la crema y se
recargo con la cadera sobre el mueble—. Es que antes era niño y no me salían
espinillas ni barritos, pero ahora con las hormonas y todo debo lavarme el
rostro todas las noches—explicó el menor pero Jared no entendía bien—, Penélope
me dijo que lo hiciera—acotó el adolescente.
—Entiendo.
El vampiro comenzó a desvestirse frente
a Skandar, quien sintió como el aire se le escaba mientras observaba. Primero
los pies, luego las piernas y por último el torso, estaba viendo casi desnudo a
la persona que más quería en el mundo. Tragó en seco, de pronto aquella escena
lo hacía sentir abochornado y lo hacía sentir bastante raro, entonces recordó
cuando se había tocado accidentalmente frente al espejo y sus
consecuentes pensamientos, ahora disfrutaba esa pequeña fantasía en vivo.
—¿Dormirás así?—preguntó al ver que
sólo le quedaba el bóxer puesto.
—Sí, dijiste que no podía dormir con
ropa—Skandar tragó en seco y quería que se abriera una grieta en el suelo y lo
tragara.
Jared hablaba con tanta naturalidad que
hacía sentir a Skandar como un bicho raro, como si no debiera sentirse así, con
un movimiento de cabeza le indico al vampiro que permaneciera así y se fue a
recostar en la cama. Jared hizo lo mismo recostándose boca arriba mientras
Skandar permanecía de costado dándole la espalda, pero tras no poder resistirse
se acostó sobre el torso desnudo del vampiro, quien se sorprendió por ello pero
acunó al chico con sus brazos y respiró el aroma de sus cabellos.
—¿Usas perfume?—preguntó el vampiro.
—Un poco—respondió el menor—¿No te
gusta?
—Sí, pero me gusta más tu olor natural,
aunque ya no es el mismo—dijo el vampiro y el chico apretó su puño sobre la
piel de Jared, había notado la nostalgia que tenían esas palabras—…pero el
nuevo me gusta también.
El muchacho mordió su labio y relajó de
nuevo su mano, algo extraño se sentía en su pecho, algo caliente y diferente,
algo que le hacía sentir más vivo que antes. Finalmente el sueño lo venció.
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