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Lazoz rojos // Capítulo 3
Capítulo 3
Cenizas esparcidas
Bajo el sol ardiente
Miro a mi alrededor
Imagino si todo esto se cae abajo
Estoy esperando que el día llegue
Oblivion-//30seconds to mars//
Aspiraba el aroma que los cabellos
castaños emanaban como si se tratara de una hermosa flor, quizás si se detenía
lo suficiente y pensaba detenidamente el chico que descansaba al lado suyo y
cuya cabeza se había acurrucado sobre su torso podría ser una flor. Cuando lo
había encontrado, cinco años atrás, Skandar era tan sólo el botón de una
hermosa flor, con lo años y ante su ausencia el botón comenzó a florecer, los
pétalos comenzaron hacerse espacio y Jared había llegado en el momento justo al
florecimiento de dicho jovencito. La piel blanca de pétalos lechosos y aterciopelados
tenía un tono más llamativo, entre tanta palidez sus mejillas parecían
colorearse de forma natural, además sus ojos eran más azules y cristalinos. En
definitiva Skandar había cambiado, el problema de Jared radicaba en si eso
modificaría el cariño que le tenía o no.
Aspiró nuevamente esos cabellos tan
cercanos a su rostro y reconoció el delicioso olor, era dulzón pero al mismo
tiempo tenía algo que lo hacía querer más de eso, querer aspirar una y otra
vez. Pero Jared no terminaba de preguntarse si había sido un error dejar a
Skandar tanto tiempo, él chico que estaba entre sus brazos ya no era el mismo
niño que quería, pero desde el momento en que el vampiro partió supo que eso
podría pasar.
A pesar de que la noche se acercaba y
de que los vampiros no pudieran dormir fuera del ciclo de cada uno, Jared cerró
los ojos para descansar el cuerpo y la mente, dejó que su cabeza se pusiera en
blanco y relajó su cuerpo. Entonces sincronizó la respiración de Skandar con la
suya y espero que la noche regresara, que la penumbra cercara el lugar para
vagar libremente.
Y llegó.
La noche cubrió el lugar con su ancho
manto y dispuso a dormir a muchos seres, pero en aquella casa los habitantes no
pretendían dormir. Skandar comenzó a removerse sobre Jared, provocando en el
vampiro algunas preocupaciones pues cuando era niño acostumbraba tener algunas
pesadillas. Pero aquel no era el caso, el muchacho estaba despertando. Mientras
los ojos del joven humano comenzaban a abrirse en medio de aquella penumbra
protagonizada por la noche, Jared observó detenidamente al muchacho entre sus
brazos. Primero Skandar estiró su cuerpo alzando el pecho en el acto y luego se
volvió a acurrucar sobre el pecho de Jared hasta que abrió los ojos de buena
forma. Cuando Skandar fue consciente de que abrazaba a Jared se puso de
rodillas sobre la cama a un lado del cuerpo del vampiro y lo miró de forma
extraña, entonces Jared quiso incorporarse pero se encontró con que el muchacho
había alcanzado su cuello y se aferraba a él en una especie de abrazo.
—No fue un sueño—susurró Skandar
mientras unas lágrimas desfilaban sobre sus pómulos.
Entonces, por mero instinto o truco de
su subconsciente, Jared abrazó al muchacho entre sus brazos tranquilizando al
menor. En sus brazos todo estaría bien y no lo dejaría nunca más.
En otra habitación, casi al costado de
la de Jared, Markus jugueteaba con un mechón de su cabello acostado sobre su
cama, una silenciosa lágrima salía de uno de sus ojos mientras él intentaba
inútilmente detenerla y a las otras también. Además, no podía darse el lujo de
sollozar. Finalmente, optó por ocultar su rostro contra la almohada y cuando se
pudo tranquilizar lo suficiente para abandonar la cama y darse una ducha.
El vampiro rubio llenó la tina del baño
y se deshizo de su ropa hasta quedar completamente desnudo y entonces se
sumergió en el agua tibia que colmaba la tina blanca. Cerró los ojos y su
cuerpo se relajó a medida que el tiempo pasaba, su brazo derecho salió del agua
y se quedó apoyado sobre el borde de la tina mientras el otro lo imitaba, así
pasó tiempo hasta que Markus logró perderse en un mar de imágenes mentales.
Luego de dejar a Jared en Londres,
Bernard y Markus habían dejado Inglaterra y se dirigieron a Escocia para
llegar a Edimburgo tiempo después, esa ciudad era especialmente añorada por el
rubio, según Bernard era porque posiblemente ese lugar había sido parte de su
vida como humano. Los dos vampiros se habían quedado en una casa a las afueras
de la ciudad, aunque estar ahí era algo peligroso.
Cuando Markus se bañaba Bernard había
entrado en su habitación y se había quedado recostado sobre la cama hasta que
el rubio entró en su cuarto. El chico rubio salió del baño envuelto en una
toalla pues detestaba tener que cambiarse dentro del baño con todo el vapor y
sin que su cuerpo quedara completamente seco, en cuanto puso un pie dentro de
su habitación notó el olor de Bernard, llevaba los ojos cerrados y de inmediato
los abrió.
—¡¿Qué demonios haces aquí?!—vociferó
el vampiro más joven.
—Estoy recostado en tu cama—contestó el
otro sin mayor importancia mientras se incorporaba—, y ahora estoy sentado
sobre ella.
—¡Imbécil! Eso ya lo sé.—Bufó el rubio
y en seguida tuvo a Bernard frente a él.
—Entonces no preguntes cosas tan
obvias—dijo el moreno.
Markus se quedó callado ante la
cercanía de su compañero pues literalmente le respiraba en la cara, sus labios
se rozarían en cualquier momento y el rubio se sentía inmovilizado por la
mirada tan negra que el otro vampiro le regalaba. Sin más Bernard unió sus
labios con los contrarios de una forma lenta y delicada, pero que pronto se
volvió pasional y necesitada.
—Aléjate de mí—susurró el rubio contra
los labios del otro joven.
No sabía con exactitud qué era lo que
estaba sintiendo, pero Markus decidió apartar a su compañero de su cuerpo y
trató de olvidar como sus labios parecían quemarlo al mismo tiempo que lo
hacían querer un poco más. Eso era un asco según la forma de pensar del rubio.
—¡Lárgate de mi habitación!—gritó
Markus lleno de ira a Bernard aunque realmente con quien estaba disgustado era
consigo mismo.
El más alto dejó el cuarto con una
sonrisa en los labios, misma que Markus odiaba a morir al ser tan cínica y
tan falsa. El rubio se vistió de manera autómata pues no había otra forma de
evitar recordar lo que minutos antes había pasado. Luego, sin dar alguna
explicación o siquiera avisarle a Bernard, salió a la ciudad en busca de una
víctima, alguien que lograra colmar ese deseo que comenzaba a carcomerlo, y
estaba seguro que encontraría a la persona indicada para eso o al menos para
saciar el hambre, para colmar su sed de sangre.
En esa ciudad era difícil encontrar
prostitutas o prostitutos en plena calle, si quería una sangre a su gusto
debería entrar a un burdel y eso no le hacía ninguna gracia. Encontró uno que
no le parecía tan mal después de dar un vistazo desde a fuera y logrando ver
algunos detalles del interior gracias a su excelente vista, entonces se adentró
en el lugar y una dama lo recibió. En primera instancia Markus se dio cuenta
que no había tenido un mal ojo y luego se dedicó a observar a su anfitriona,
una mujer de unos 40 o 50 años que disimulaban bien sus arrugas con el
maquillaje, seguramente en sus buenos años había dado placer a más de cien
hombres.
— ¿Te puedo ayudar en algo?—preguntó la
mujer.
—Quiero una chica—comenzó a decir el
vampiro ante la mirada de la mujer quien se encontraba cautivada por la belleza
del chico—, pero no cualquier chica—la mujer alzó una ceja—, quiero la mejor.
—En seguida—dijo la mujer, siendo
seducida por los orbes negros y de inmediato consiguió a la mejor.
Markus subió a una habitación de la
última planta luego de dejar un anillo de oro con un hermoso diamante sobre la
mano de la mujer que lo había recibido. Se fue hacia la ventana y quitó las
cortinas para observar la ciudad en todo su esplendor, si quería beber sangre
ese día tendría que arriesgarse, además tener cuidado ya no importaba si la
orden de mantenerse con bajo perfil provenía de Bernard y no de Jared.
La muchacha entró en la habitación y
encendió la luz pero volvió a apagarla cuando el rubio se lo indicó. Ella tenía
el cabello negro y corto hasta la barbilla, un cuerpo muy delgado y sin tantas
curvas, pero era muy linda. Markus miró a la muchacha de la cabeza a los pies,
desde el maquillaje exagerado hasta los zapatos de tacón.
—Quítate la ropa—ordenó el muchacho.
La chica fue quitando una por una sus
prendas, comenzó con la blusa roja de gran escote que portaba, luego la
diminuta falda seguida de las medias de red y el sostén, todo quedó en el
suelo, absolutamente todo. En seguida Markus se acercó a la chica y con la mano
derecha tomó su nuca para acercarla y darle un beso profundo, estaban
frente a la cama y el rubio empujó a la muchacha de los hombros haciendo que
callera en la cama mostrando su cuerpo al estar desnuda. El vampiro no perdió
tiempo y trepó en la cama para luego gatear sobre el cuerpo de la prostituta,
comenzó a besarle el cuello al mismo tiempo que sus manos recorrían las piernas
y glúteos de la chica. Si la mujer no hubiese estado bajo los encantos del
muchacho podría haber gritado gracias a la rudeza de las caricias que le eran
propinadas y más cuando Markus decidió atender los senos de aquella prostituta
y sin poder contenerse terminó mordiéndolos en el mismo instante en que sus
manos apretaban la carne entre sus manos haciendo sangrar a la chica.
No había ni gritos ni gemidos, pero el
vampiro había comenzado a excitarse y por ende no controlaba la fuerza que
empleaba al acariciar a la chica bajo su cuerpo, entonces un sabor tan conocido
por él colmó sus papilas gustativas y fue entonces cuando se dio cuenta que
había mordido a la muchacha. La sangre comenzó a correr y entre las manos el
vampiro conservaba trozos del tejido muscular que había arrancado de la cadera
de la chica, entonces Markus abrió sus ojos al darse cuenta de lo que había
hecho. De nuevo no se controló. Sin perder tiempo clavo sus colmillos en la
yugular y extrajo toda la sangre que le fuera posible.
La camisa blanca que Markus vestía
estaba bañada en sangre al igual que sus manos, no podía salir como si nada,
todo se le había fastidiado. Abrió la ventana y saltó a la calle, cayó sobre
sus pies y en seguida se movió con gran rapidez hasta llegar a la casa donde
habitaban. Cuando entró Bernard se encontraba echado en un sillón y no dudó en
llamar la atención del vampiro recién llegado.
—Deberías ser más cuidadoso—dijo
dejando a un lado el libro que leía.
—Púdrete bastardo—dijo el otro con odio
en los ojos, ojos que refulgían de un rojo intenso.
—Al menos comiste—dijo el otro sin
importarle el odio que Markus le profesaba.
—¡Eres un idiota! ¡Eres un bastardo
hijo de mierda!—gritó el rubio y Bernard le sonrió—¡Te odio!—Tras esto sus
labios fueron estrechados por los de su compañero.
—Sólo pídelo—le susurró el moreno.
—Púdrete—musitó Markus.
En seguida atravesó la sala y se
encerró en su habitación. A veces Markus añoraba ser humano, si lo fuera
simplemente dormiría y evitaría sentir cosas, si él fuera humano bastaría con
cortar alguna arteria importante y moriría desangrado, pero era un vampiro y no
podía huir de esas cosas, al menos suicidarse era algo muy difícil.
—Te odio Bernard—susurró a la oscuridad
el rubio cerrando sus ojos rojos con fuerza.
Horas después abandonaron esa ciudad,
no era lo ideal permanecer luego de los errores que Markus había cometido, no
después de dejarse ver y huir dejando el cuerpo ahí. En algunas ocasiones el
rubio extrañaba a Jared, a ese fascinante vampiro que cautivaba sus miradas,
era como tener a la persona de sus sueños enfrente. Pero el rubio era
consciente de la adoración que Jared sentía por Skandar, ese maldito mocoso
como solía llamarlo Markus, y había visto en los ojos de su compañero que nunca
podría entrometerse.
—Siempre todo me sale mal—susurró
la nada el rubio mientras se recostaba en su nueva habitación. Había recordado
que siempre habían resultado muy mal sus intentos por conquistar a Jared.
‹‹Sólo tienes que pedirlo››
De nuevo esa frase lo golpeo. Odiaba
que Bernard supiera lo deseoso que se encontraba por tener sexo, porque lo
estaba, pero no por eso lo admitiría frente a ese engreído vampiro que tanto
detestaba.
—Además no me meteré con ese bastardo
nunca—susurró para sí mismo de nuevo, pero esa vez no cerró los ojos, en esa
ocasión se puso de pie para ducharse.
Cinco meses más tarde entre la
oscuridad de un bosque alejado de las luces de un poblado, alguien disfrutaba
de un momento consigo mismo, pero lejos de una meditación o cosas por el
estilo, aquel chico disfrutaba de sus propias caricias, un encuentro carnal
consigo mismo. Subía y bajaba su mano con gran velocidad apretando su miembro
entre sus manos y dándose un placer perfecto. En los últimos meses Markus había
recurrido a acariciar su miembro para liberar toda la tensión sexual que su
cuerpo acumulaba, en parte gracias a los besos y rozones que Bernard se daba el
lujo de propinarle.
Markus abrió sus ojos alejándose de los
recuerdos a medida que sus ojos se acostumbraba de nuevo a ver las paredes del
baño, entonces su mano derecha se zambulló de nuevo dentro de la tina y
acarició su pecho hasta llegar a su entrepierna. Volvía a retomar esos juegos
con sus manos que a veces olvidaba pero no importaba en ese momento si caía o
no de nuevo en aquel entretenimiento, cerró sus ojos y comenzó a disfrutar del
contacto con su mano, el cual sería brusco para un humano. Los movimientos de
vez en cuando se tornaban sólo como ligeras caricias propiciadas por una piel
muy suave, pero luego volvía a tomar aquella velocidad teñida de lujuria. Entre
los espasmos que se avecinaban su mente evocaba los recuerdos que Markus
hubiera preferido se quedaran en lo más profundo de su subconsciente.
El chico revivió los labios de Bernard
contra los suyos luego de que lo había arrinconado contra la pared segundos
después de que Markus había azotado la puerta de su habitación y el moreno
había entrado y lo aventó a la pared para después arrinconarlo con su cuerpo.
Los labios de ambos se desvivían en probar a los contrarios, pronto la lengua
se hizo partícipe y comenzó una danza dentro de sus bocas, mientras las manos
del más alto recorrían los costados del rubio, quien no dudo en morder el labio
de quien lo besaba. Cuando los besos de Bernard llegaron al cuello del rubio
éste se estremeció y deseo que esa sensación llameante naciera de toda su piel,
además quería tocar a su compañero también, así que desgarró la camisa que
llevaba puesta el de cabellos negros y deslizó sus manos entre su musculatura.
Bernard no tardó en hacer lo mismo. Para ese momento los gritos de la estúpida
pelea que habían tenido quedaron en el olvido y ambos se concentraban en
complacer sus más profundos deseos carnales.
Markus se dio cuenta que la pared se
había comenzado a agrietar desde que Bernard lo había aventado contra ella,
pero a medida que las caricias aumentaban el de cabellos negros lo empujaba más
buscando más contacto, si seguían así harían un hueco en la pared.
—L-la pared—dijo con un hilo de voz el
rubio, no había querido hablar por eso mismo, pero le parecía necesario.
En respuesta el moreno lo arrojó a la
cama y se acercó para quitarle el resto de la ropa que vestía. En seguida
Bernard comenzó a besar las piernas del rubio que trataba de controlar la
contracción de sus músculos a causa de las caricias de su nuevo amante, quien
llegó hasta su entrepierna y comenzó a besarla pero de inmediato dejó aquellas
caricias pues sabía que Markus reclamaría tantos cariños. De esa forma el
moreno atrapó el miembro despierto de su compañero y se lo introdujo en la boca
lamiéndolo mientras con sus manos acariciaba lo que pudiera del cuerpo que
tenía a su merced, entonces metió el miembro que tomaba más rigidez que al principio
haciendo que entrara por completo a su boca y ante eso el rubio arqueó un poco
la espalda y apretó las piernas alrededor de la cabeza del otro vampiro. Cada
vez el éxtasis era mayor y la necesidad aumentaba proporcionalmente así que
Markus dirigió una de sus manos a la cabeza del mayor y comenzó a fijar un
ritmo mucho más frenético.
—Me ahogaras—dijo Bernard moviéndose a
gran velocidad para llegar a degustar los labios del rubio—, es mi turno así
que abre las piernas.
La orden era tan directa que no buscaba
la opinión de Markus, así se había entendido y aunque jamás lo admitiría el
rubio en lo más profundo de su ser agradecía eso pues de esa forma parecía
forzado a llevar a cabo las acciones que tanto deseaba. Entonces el vampiro
abrió sus piernas y dejó que el otro se situara en medio de ellas mostrando la
erección de su miembro, mismo que fue introducido en la cavidad del rubio con
fuerza y sin alguna pizca de tacto, simplemente lo había enterrado en lo
profundo de las entrañas. Pero el sadismo que Bernard había mostrado al
penetrar de forma tan ruda a su compañero no paró ahí pues inmediatamente
comenzó a moverse en el interior de Markus aunque el muchacho tuviera en el
rostro una mueca que gritaba dolor.
—Sube las piernas.—Ordenó el moreno
mientras envestía al vampiro.
—Púdrete—contestó Markus antes de
incorporarse dando muestra de su destreza y fortaleza para quedar sentado a
horcadas sobre el moreno.
En la posición en la que estaban el
rubio había puesto sus manos sobre los hombros del otro vampiro y de esa forma
lograba impulsar su cuerpo hacia arriba para hacer que la erección de Bernard
lo llenara y saliera de su interior, mientras sus firmes glúteos eran
aprisionados por las manos del moreno. En la atmósfera de gemidos y expresiones
contenidas a base de morderse el labio o apretar con sus manos lo que estuviera
a su alcance se logró escuchar un crujido más fuertes que los anteriores, pues
en todo momento la cama había hecho ruidos que no importunaron a la pareja.
—Se va a romper—dijo Markus al oído de
Bernard con una voz sumamente sensual que se entremezclaba con algunos gemidos.
—Aquí lo único que se romperá—dijo
mordiendo el cuello del rubio—será tu trasero.
Y dicho eso lanzó al chico que se
aferraba a sus hombros y cabalgaba sobre su cadera a la cama, Markus quedó
tendido sobre el colchón con los labios entreabiertos y los ojos casi cerrados,
mismo que se abrieron con singular rapidez en cuanto sintió el miembro del
vampiro inundar su ser. Y así dio inicio un nueva sesión de embestidas en las
que Bernard sentía el miembro erecto del rubio golpear de vez en cuando su
abdomen y eso lo excitaba aún más, entonces las uñas de Markus se clavaron en
la espalda del moreno en cuanto el vampiro aumentó la intensidad de las
envestidas, cada estocada parecía ser más profunda y placentera. Y un crujido
fuerte seguido de un golpe seco les advirtió que las patas de la cama había
quedado destruidas, aunque ninguno de los dos muchachos detuvo las acciones que
antes de aquello había estado llevando a cabo.
—Más rápido bastardo—musitó Markus.
Un gemido saldría de la garganta del
rubio en cualquier instante y ambos lo sabían pues el clímax parecía estar a la
vuelta de la esquina, por eso el moreno acercó su boca a la contraria y comenzó
a besarle de una forma que lograba enloquecer a Markus, todo esto sin bajar la
intensidad con la que entraba y salía del rubio. Entonces sucedió, Markus no
pudo controlarse más y un líquido blanquecino comenzó a salir a presión de su
miembro luego de que su boca se hubiera acercado al cuello de Bernard para
clavar ahí sus colmillos y así evitar cualquier sonido de su boca, pero el
moreno no se inmutó ante eso. Sin embargo, la presión que los músculos de
Markus produjeron en el miembro del moreno causaron que él tampoco pudiera
contenerse y llenó las entrañas del rubio con todo su semen.
—Te odio—susurró el rubio al odio de
Bernard mientras sus músculos se relajaban.
—Lo sé—dijo antes de morder el cuello
de Markus—, pero aún no terminamos gatito.
—No soy un gato, idiota—replicó el
rubio mirándolo con odio.
—Pues rasguñas como uno—contestó el
otro muchacho y se separó del cuello que había mordido y besado dejando que un
hilo de sangre corriera hasta el pecho del rubio para después lamerlo con total
delicadeza.
En la comisura de sus labios un
gran brote de sangre se estaba formando, había utilizado sus dientes para
contener algún gemido como tantas otras veces y la sangre no había dudado en
aparecer, mientras un líquido blanco se mezclaba con el agua de la tina. Había
llegado al orgasmo al recordar uno de sus encuentros con el vampiro que más
detestaba y el coraje que sentía el rubio era innegable. Salió de la tina y se
vistió con rapidez, debía olvidar esos momentos de debilidad y pensar con la
cabeza fría.
—Ni que hubieran sido tan
grandioso—dijo frente al espejo mientras peinaba sus cabellos—, él es un idiota
¡hasta cara de pendejo tiene!— Se
decía a sí mismo—Es un bruto y además es desesperante, no tiene modales y
siempre tiene que ser el idiota que dice tonterías todo el tiempo, no puede
comportarse seriamente.—Se dijo jalando un poco su cabello al desenredarlo.
Por su mente cruzó un nuevo recuerdo,
uno que lo hizo molestar tanto que quebró con sus propias manos el espejo.
—¿Es que no puedes dejar de comportarte
como un inmaduro?—Recordó como vociferó Markus en la estancia de una casona que
se encontraba a las afueras de Oxford.
— ¿Inmaduro?—musitó Bernard dejando de
lado su sonrisa burlona y arrugando su entrecejo dándole una impresión seria
alejando la cara despreocupada que acostumbraba mostrar—¿Para qué me quieres
serio?—dijo arrinconado al rubio contrala pared en unas décimas de segundo—Eso
es aburrido—y respiró contra el oído de Markus para luego alejar su rostro y
hacer contacto visual con los orbes negras.
El vampiro de la cabellera dorada se
quedó en silencio mirando los ojos de su compañero sin poder salir de la
hipnosis a la que había sido inducido, pero tal cosa no existía, solamente
sucedía que Markus nunca se había perdido en ese mar negro porque nO había
querido mirar por tanto tiempo los orbes negros de Bernard.
—Te odio, maldito Bernard hijo de
puta—dijo entre dientes el rubio apretando un cristal con su mano hasta quebrarlo,
dejando ese recuerdo en lo profundo de su alma.
Terminó de arreglarse y salió a buscar
comida, necesitaba sangre y asesinar a alguien, no sólo bastaba con tener hasta
la última gota de sangre en su sistema, también necesitaba desahogar el mar confuso
de sentimientos y especialmente la frustración y el coraje sin dueño que lo
carcomía, necesitaba deshacer un cuerpo y bañarse en sangre. Esa noche terminó
con la vida de dos personas, pero fue muy poco lo que le importo y descubrió
que no se sentía mejor.
Entró a la biblioteca sorprendido de
encontrar a Skandar sentado en el suelo leyendo un libro, miró algunos segundos
al pequeño que al parecer no se había percatado de la presencia del vampiro y
luego se sentó a su lado causando un leve ventisca por la rapidez de sus
movimientos.
—¿Qué lees mocoso?—preguntó el rubio.
—El retrato de Dorian Gray—contestó el
niño.
—No pensé que leyeras esas
cosas—exclamó el vampiro.
—¿Qué clase de lectura pensabas que
llevaba a cabo?—preguntó el muchachito con propiedad.
—Algo mucho más infantil y de cuentos
de hadas, a lo mucho pensaría en Harry Potter—dijo sin mirar al de ojos
azules—, algo como las Cronicas de Narnia—dijo acompañando sus palabras con un
ademán—, aunque esa saga tiene un gran contenido religioso y tú no estás
educado bajo ninguna religión.
—¿Contiene catolicismo?—preguntó el
chico.
—El león es la representación de
Jesucristo—contestó el vampiro.
—¿Tú tienes religión?—cuestionó el
muchacho.
—Antes de ser vampiro, cuando era
humano, supongo que debí ser criado bajo la doctrina protestante pero ahora no
tengo alguna creencia en un Dios o Dioses.
—¿Qué diría un sacerdote católico si
supiera de tu existencia?
—Que dejes de ver películas o quizás
que somos algún demonio o algo así.
—¿Qué opinas del amor?—dijo el chico
dejando a un lado el libro que antes leía.
—Qué todo mundo lo busca y sólo algunos
privilegiados lo disfrutan.
—Sólo los valientes—sentenció el de
cabellos castaños.
—¿Qué tiene que ver la
valentía?—cuestionó el mayor.
—Cuando dejas que tu miedo gobierne tus
acciones le cierras la puerta al amor—comenzó a hablar Skandar y el rubio
sintió un nudo en la garganta—, entonces haces que ese miedo crezca o te parezca
más grande de lo que es y no luchas por el amor, es peor si hay orgullo.
—Tienes 15 años Skandar—dijo el mayor
poniéndose de pie—, no me vengas con esos discursos como si supieras mucho, he
vivido casi diez veces lo que tú. ¿Acaso te has enamorado?—dijo mientras se
giraba— ¿Amas a Jared?—dijo penetrándolo con la mirada mientras el tono que empleo
le hizo parecer a Skandar que aquello era más una afirmación que un
cuestionamiento.
—Lo amo—acotó el menor—, pero no sé si
ese amor tiene una implicación romántica.
—¿Acaso lo deseas?—le preguntó Markus
al oído con su cuerpo sobre el menor y su mano alrededor de su cuello—, después
hablaremos niño, tengo que bañarme.
—Según Bernard la sangre no te sienta
mal—susurró el jovencito.
Markus había escuchado aquello, pero
hizo como si no lo hubiera hecho y se encaminó a su habitación, se sentía
aturdido y necesitaba un baño, pero cuando estuvo frente a la tina no pudo
meterse en el agua, en cambio caminó hasta la cama y se deshizo de su ropa.
Al cerrar sus ojos sintió como algo
húmedo se abría paso entre la piel de su pecho quitando los rastros de sangre
que se había secado sobre su piel, no necesitó abrir los ojos para saber quién
era el dueño de esa boca y tampoco hizo algo para quitarlo. Entonces unas lágrimas
silenciosas comenzaron a salir, ¿qué había pasado en esos cinco años que sus
defensas había caído? ‹‹La mejor
manera de librarme de la tentación es
caer en ella››, eso decía Oscar Wilde, pero para Markus haber
probado su tentación sólo inició una dependencia que lo enloquecía.
Mientras, en la biblioteca Skandar
había terminado de leer El Retrato de Dorian Gray, a pesar de la confusión que
había generado ese torbellino dorado llamado Markus. En la mente del
adolescente sólo se repetía sin cesar la pregunta hecha por el vampiro, ese
chico de melena de oro había tocado un tema que ni el mismo Skandar tenía
conciencia de su existencia. ¿Amaba a Jared? Claro que sí, el problema era
saber cómo lo amaba, ¿amistad? Sí, pero había más; ¿Fraternidad? Cinco años
atrás Jared significaba su familia, era como un hermano o un padre para el
niño.
—Pero…¿sigue siendo así?—preguntó a la
nada.
Deseo. Si lograba entender el mensaje
que Markus le había dejado al cuestionarle aquello ¿acaso un amor en el sentido
romántico, como ese que sintieron Romeo y Julieta, necesitaba eso llamado pasión
y deseo?
—¿Te deseo?—Volvió a preguntar a la
nada como si Jared estuviera ahí—¿Qué es el deseo?
—¿Deseo pasional?—preguntó alguien
desde afuera de la biblioteca, sin duda era Jared.
El pequeño dejó rápidamente el libro en
el estante correspondiente mientras el vampiro entraba por la puerta con un
paso lento, casi como si fuera un humano. Al llegar junto al adolescente
acarició sus cabellos, sin duda lo había extrañado. Entonces Skandar tomó la
mano del vampiro y lo llevó a la sala, donde los grandes ventanales le
servirían para observar la nieve en todo su esplendor.
Jared tenía los ojos rojos, no tan
rojos como Markus cuando había interrumpido la lectura del muchacho, más bien
estaban opacos y eso significaba que el vampiro no había bebido toda la sangre
necesaria y volvería a salir al día siguiente. Todo eso significaba menos
tiempo con Skandar.
—Tengo un deseo—dijo el muchacho de
ojos azules.
—¿Cuál?—preguntó el mayor.
—Quiero que estés conmigo por
siempre—susurró, pero sabía que el otro lograría escucharlo.
—Si eso es lo que deseas, eso es lo que
tendrás—le dijo al oído antes de abrazarlo por la cintura y hundir su barbilla
en la cabellera castaña.
Quizás el pequeño no sabía qué tipo de
amor sentía por Jared, tampoco sabía muy bien como era el deseo, pero
estaba seguro que quería pasar el resto de su vida junto a ese vampiro de
cabello castaño y orbes color rojo opaco.
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