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La obsesión de Yaziel
A donde mirara había rojo. Desde que había despertado Yaziel no veía algo más que diversos tonos de rojo sepultando lo que desde un comienzo era un cuarto oscuro. El joven había despertado minutos atrás con un gran dolor de cabeza y cuello posiblemente causados por la posición en la que se había quedado dormido al filo de la madrugada. Sin meditarlo mucho salió del cuarto directo a la cocina; necesitaba un café con urgencia para despertar por completo. Ese día tenía una sesión de fotos con la espectacular Victoria Lowell, o como él solía llamarla, con su Vicky. Así que tras observar las fotografías que había colocado sobre la mesa de forma en que pudiera apreciarlas perfectamente, había partido pues no quedaba gota de su café.
Yaziel, nombre artístico que Martin Stewart utilizaba, era un joven fotógrafo de modas que apenas comenzaba a tomar importancia en ese rubro. Un muchacho encantador a los ojos de cualquiera, que si bien no era muy atractivo pues sus rasgos eran algo toscos y su cuerpo no estaba tan procurado como el de muchos otros, poseía una mirada que hacía dar por sentado que se trataba de un chico amable, además los hoyuelos que se formaban cuando sonreía lo dotaba de un aire simpático.
La puntualidad era uno de los rasgos específicos de Yaziel, para él era sumamente importante cumplir con los tiempos establecidos, no era raro verle llegar temprano como ese día. Hizo todo lo que debiera hacer justo antes de las doce del día, hora en la que se suponía iniciaría la sesión de fotos, pero hasta ese momento la protagonista de dicha sesión no había llegado. Justamente Yaziel dirigió su vista al reloj que descansaba en su mano para corroborar la hora cuando alguien llegó con un memorándum que enviaba la manager de Vicky. Se cancelaba la sesión.
Ante los ojos de todos los presentes, Yaziel hizo una pequeña rabieta, arrojó la hoja blanca tamaño carta al escritorio y se dedicó a recoger su material mientras farfullaba algunas cosas. Ellos lo comprendían, ese era un trabajo de mucha trascendencia para él y su estrella lo había cancelado; era justo que se sintiera molesto.
Regresó a departamento en su auto con un folder negro bajo el brazo. Faltaba poco para que se dieran cuenta.
Su casa estaba tan serena como cuando se había ido, no había nada que provocara ruido para alterar tal ambiente de tranquilidad, misma que venía acompañada de una inusual aura que calaba como si supieras que algo malo pasaría.
—Ya llegué mi amor—dijo el chico mientras se deshacía de la palestina verde que llevaba—, me tardé más de lo que pensaba. Deberías cambiar de asistente, me mandó el memorándum bastante tarde.
Ya estaba en su habitación al pie de la entrada con los brazos cruzados mirando a la cama esperando que un par de labios se despegaran para contestar de alguna u otra forma.
—¿Estás molesta?—preguntó con cierto toque de indignación— Sabes que te compensaré—susurró sensualmente al oído de la chica.
Yaziel pasó su lengua por el contorno de la oreja de la chica hasta llegar a su lóbulo, el cual, a pesar de estar tan helado, tenía el encanto que recordaba de la última vez. Su lengua siguió dibujando siluetas a través de la tersa y helada piel de la muchacha, cuyos ojos grises, casi violetas, se encontraban cubiertos por sus párpados. Las manos de Yaziel no paraban por nada del mundo, degustaba tanto con su lengua como con sus manos del manjar que le significaba el cuerpo de Vicky. ¡Oh sí! “Su Vicky” ¡Qué bien sonaba aquello para él!
Para cuando su lengua recorrió el torso desnudo de la muchacha, ya era visible el abultamiento entre sus piernas. Realmente estaba excitado. ¿Y cómo no hacerlo con esa mujer? Porque a decir verdad Vicky era una hermosura, una de las mujeres más hermosas del mundo según alguna revista que Yaziel había leído, y aún en aquel estado al fotógrafo le resultaba sumamente estimulante acariciarla e incluso verla. Sin esperar por más se deshizo de todas sus prendas, dispuesto a poseer nuevamente ese cuerpo.
Eran cerca de las nueve de la noche cuando los policías entraron en su departamento; las luces estaban apagadas, solamente se podía distinguir el brillo del modem encendido. Los oficiales se desplegaron tal y cómo debían hacerlo; uno de ellos ingresó en el cuarto oscuro apuntando su arma hacía al frente y tras cerciorarse de que no había nadie más dentro se dedicó a observar las fotografías que colgaban, posiblemente tenían poco de ser rebeladas, aquella visión le dio ganas de vomitar; se trataba del cuerpo de Victoria Lowell, su cuerpo yacía inerte sobre una cama de sabanas blancas, por lo que se lograba ver el cuerpo se había comenzado a hinchar a causa de la descomposición. El detective Parker encontró una habitación cubierta de fotografías de Victoria, mismas que iban desde recortes de revistas hasta algunas tomadas a mucha distancia, pero todas cubriendo las cuatro paredes de esa habitación. En cuanto a Alison y a Scott, ambos policías, se encontraron con lo que pudiera ser la peor parte de la redada; Victoria Lowell descansaba sobre la cama completamente inerte y a su lado el prometedor fotógrafo le susurraba una canción de cuna.
—Está dormida—dijo el tipo luego de sisear para que guardaran silencio—. No la vayan a despertar.
La mujer miró a su compañero con algo de temor, aún se podían ver los rastros de semen esparcidos entre las piernas de la actriz y varios arañazos y hematomas sobre su piel, pero lo más aterrador era que sabían perfectamente que la mujer estaba muerta. Sin poder contenerse, Alison se dirigió al baño más próximo para vomitar, apenas había ingresado a la policía un año atrás y jamás había presenciado algo tan aberrante como eso.
—Lo hice porque la amaba—dijo Yaziel a Alison cuando ya iba esposado y dentro del auto del detective.
La chica no le había preguntado directamente eso, pero sí se lo había estado cuestionando mentalmente.
—Guarde silencio—dijo el detective Parker—, cualquier cosa podrá ser usada en su contra.
—Lo único que quería era que ella fuera mía, sólo mía—dijo el fotógrafo dando énfasis a sus últimas palabras—. ¿Crees que si me importara ir a la cárcel no hubiera sido más cuidadoso?
Alison le dio la razón dentro de sus pensamientos. Yaziel inclusive había mirado a la cámara de vigilancia cuando había secuestrado a la actriz, no se había deshecho del cuerpo y había montado toda una sesión de fotográfica luego de matarla. La había violado, luego matado y vuelto a violar en muchas ocasiones, o eso había opinado Scott y el experto forense en su examen preliminar. Pero ¿por qué había ido a trabajar esa mañana si de todas formas esperaba ser detenido? ¿Por qué la había violado aún estando muerta? ¿Qué era ese collar con un pequeño corazón que Victoria Lowell tenía colgado al pecho? ¿Qué lo había impulsado para llevar a cabo tan horrorosas acciones?
—Muchos ya habían estado con ella—dijo Yaziel mirando por la ventana, estaba lloviendo—. Pero sólo yo pude estar de esa forma con ella, sólo yo pude tocarla de esa forma en ese estado… en ambos estados.
Y Alison deseo haberse quedado con Scott, pues si lo hubiera hecho no tendría por qué escuchar aquellas barbaridades.
—Y aún así fuiste a trabajar hoy, aún sabiendo que Victoria no aparecería.
—Soy alguien profesional—contestó el fotógrafo.
—La mataste y la violaste.
—En eso te equivocas.—La chica se giró para quedar frente al asesino— Yo le hice el amor cada vez—dijo con una sinceridad palpable. Él en verdad creía eso.
—Alison, ya.
La chica obedeció a su superior.
Durante todo su juicio Yaziel jamás se sintió culpable o arrepentido, y luego, cuando estuvo en prisión, recibió muchas visitas de mujeres que aseguraban amarlo. Vaya locas, pensaba él.
—Hola, soy Vicky—dijo una chica de unos dieciocho o diecinueve años.
—Vicky, mi Vicky—dijo Yaziel al percatarse de su parecido con su Vicky—. ¿Te gustaría ser mía de una forma en que jamás lo serías de nadie?
Así era la forma de amar de Yaziel, como nadie más podía hacerlo, de una forma que cruzaba los límites de la cordura y que se adentraba hasta los más grandes tabús. De alguna forma, el fotógrafo cuya carrera había terminado con el caso del fotógrafo de la catrina, como un periódico falto de creatividad -a juicio del detective Parker- lo había reconocido, consiguió una visita conyugal con su nueva Vicky. No hizo falta más que los pasadores con los que la chica iba peinada para terminar con su vida, un poco de presión para que se desangrara y la vida de la chica había terminado; entonces, la erección de Yaziel se había introducido dentro de la chica a través de la vagina, y tras varias estocadas su semen había quedado como muestra de su amor. El amor que sólo Yaziel se atrevió a darle.
—Monstruos como ese no aman—había dicho Scott cerca de la oficial Rice.
Pero Alison sabía que Yaziel no compartía esa opinión.
El amor es como todo, le había dicho el fotógrafo cuando lo interrogó, la sociedad lo marca dentro de lo debido o lo indebido.
—Yo las amaba—remarcó.
—Tú estás demente—remarcó la chica con la mano en el pomo de la puerta.
—Y sin embargo, deseaste estar en su lugar.
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